Marfil corrió sin pensarlo, su cuerpo moviéndose antes que su mente pudiera cuestionar la locura de lo que estaba por hacer.
El sonido de las olas rompiendo contra las rocas se mezclaba con el estruendo ensordecedor de su propio corazón golpeando su pecho.
El hombre estaba a punto de saltar.
Sin medir consecuencias, lo empujó con fuerza desde atrás, aferrándose a su cintura. Ambos cayeron al suelo con violencia. El impacto la dejó sin aliento, sus codos arañaron la tierra, pero no le importó.
Él no se movía. Por un instante aterrador, pensó que tal vez había llegado tarde, que lo había salvado solo para verlo morir de otra forma.
Pero entonces, el hombre abrió los ojos.
Se incorporó de golpe, como una fiera herida, y la miró con tal furia que Marfil retrocedió de inmediato.
—¡¿Quién demonios eres?! —rugió, sus ojos encendidos, llenos de rabia, desesperación y algo más… algo roto.
Ella apenas pudo pestañear, confundida. No era la reacción que esperaba.
¿No debería agradecerle por salvar