Esto no es una bienvenida

Mis palabras son un golpe bajo para su orgullo de macho, ya que el hombre está que resopla de la rabia. Eso es un punto a mi favor, puesto que al caballero le duele que le toque el orgullo de su persona y quién puede decir de su hombría.

Dicen que; “el que ríe de último, ríe mejor”.

—No me diga que usted es… —se suelta a reír a carcajadas y yo no dejo de verlo de arriba hacia abajo—, pero si es una niña, cómo puede una niña encargarse de todo este lugar.

¿Hmmm…?, puede que desee que le diga mi edad, aunque no veo conveniente que la única forma de saber mi edad es insultándome y burlarse de mí. En mis veintinueve años he aprendido a conocer el tipo de persona que te lastiman y provocan por medio de palabras, de acciones, de traiciones y de las que matan.

—Sí, está convencido de eso, creo que este sitio no es para usted —añado—. Ponky, puede indicarle al señor la salida mientras hago una llamada y pongo a dicha persona al tanto de lo que está sucediendo en el club—sonrío tras ver a mi alrededor y disimular lo más posible para que los clientes no se percaten de la tensión que hay entre los dos.

Con solo insinuar que hablaré con el amo, él entenderá que no estoy jugando y si no se pone en su lugar, juro que lo pondré yo, pero antes le diré al amo, ya que él lo invitó y lastimosamente no puedo pasar sobre la autoridad del gran Lobreguez.

—Noah Davies —extiende su mano—, disculpe si la ofendí—¡toma esta, perro!, te estás tragando tu orgullo y quien más que una niña te baje los sumos de hombre macho.

—La dama ingobernable, y dejemos a un lado los saludos falsos —hablo secamente, y puedo estar segura de que mis palabras se filtran en su cabeza.

—Noah Davies es el hombre más rico y poderoso del mundo

—Ponky susurra cerca de mi oído.

Y..., a mí me importa una m****a si es el dueño de todo el mundo. Eso no quiere decir y menos asegurar que puede ser mi dueño o el del club.

¡Sr. Davies, que empiecen los juegos!

***Noah*** 

¡Pero que se cree esa mujer!, ese pekinés piensa que con su ladrido intimidará al que se le cruce en su camino. Ja, está equivocada porque puedo ser peor que ella y de cualquiera que se me cruce en el camino.

“Perro que ladra no muerde”.

Esa mujer es del tipo de que solo hacen escándalo y no de las personas que debería de temer. No sé qué es lo que tiene Lobreguez en la cabeza para dejar todo este negocio en manos de esta minucia. Con solo ver ese pequeño cuerpo puedo deducir que es un pekinés del que nadie le puede tener miedo.

La muy igualada me está provocando y yo no soy del que se queda callado, soy el que actúa y llega hasta el límite.

La veo con esa índole de grandeza, pero se los bajaré y ahora más que nunca que Lobreguez me ha mandado a trabajar junto con esa miniatura de mujer, si es que se le puede llamar mujer.

Será que ella lo sedujo. Oh, será que la muy prepotente e interesada lo enredó, ya que le permite estar frente a negocios importantes.

—Ahora que nos presentamos, creo que es necesario que hablemos en privado porque mi amigo me ordenó un par de cosas de las que debes saber —se morirá cuando se entere de que no soy una visita sino su socio en el club nocturno.

El único motivo del que estoy aquí es porque me encargaré de las reuniones con la mafia y traer nuevos clientes para agrandar cada vez más el negocio, pero el detalle más irónico es que todo lo tengo que hacer en compañía de la minucia de este pekinés. Uuufff…

No sé si podré soportarla, no sé si tenga el valor de soportar su carácter y ese chillido de perrita ladradora. Aaahhh… Porque no puede ser una mujer sumisa, sí, esas que se doblegan ante su amo.

Soy Noah, la mano derecha de la sombra; el hombre que me buscó con la intención y propósito de que sea sus ojos, sus oídos y hasta ser un omnisciente. Y ahora que estoy aquí, no pienso irme sin antes no sacar a este pekinés, ya que ella jamás debió quedarse a cargo de todo este negocio importante y a la vez peligroso.

Tengo mucho dinero, mucho poder y también puedo tener a cualquiera en mis pies, pero al parecer a esta mujer no la puedo intimidar y menos controlar de la manera que deseo. ¡Pero todo tiene su precio!, y ella debe tener una debilidad y eso lo encontraré en tan solo un chasquido de dedos.

Lo primero que hice en el instante que puse un pie en el club fue deleitarme de todo lo que hay a su alrededor, y también quise darme un gusto placentero, ya que veo que aquí hay buena mercancía y no de baja calidad. Mujeres finas; mujeres recatadas de las que te puedes encontrar y no pensarás que ellas viven de esto, mujeres de la alta sociedad; sociedad que ellas construyen con el dinero que esto le produce.

Bueno, pero las ganas de disfrutar se fueron en el momento que uno de los asistentes de la sombra me llamara, hasta me ordenó que dejara lo que estaba haciendo, ya que no era el momento y menos el lugar. Todo se debe porque es mi primer día de sociedad.

—Acompáñame —retuerce los ojos para luego dar media vuelta.

La muy presumida da media vuelta y no voy a negar que tiene un buen trasero, Hmmm… buenas curvas, pero de su carácter y estatura, ¡paso! Ese vestido corto puede que vuelva loco a cualquier hombre, pero solo a los hombres estúpidos, ya que ellos no saben qué clase de mujer es ella.

Antes de dar un paso adelante y seguir a la chillona de pekinés, veo a mi alrededor y me asombro al ver que todo está marchando bien. Jamás imaginé que Lobreguez tuviese un negocio escondido, con una excelente fachada.

—Vamos, señor Davies —se dirige a mí con respeto—, no la hagamos esperar.

Ja, no hacerla esperar... Ella me tiene que esperar el tiempo que sea necesario.

—Ponky, pensé que tú eras el encargado de todo —hablo mientras sigo los pasos de Ponky.

Ponky es de los hombres serviciales, pero también tiene en su frente, “traicionero”.

—No, la señora Clarke es la encargada de todo lo que sus ojos ven —por lo que veo le tiene respeto al pekinés—. Es la dama ingobernable.

Ah, así que ella es Clarke.

Entrando a unos de los pasillos más seguros y menos habitados, ya que veo más de cinco hombres cuidando, pero ningún cliente. Después de la reunión que tendré con esa mocosa buscaré la manera de encargarme de recorrer cada rincón de este lugar.

—Aquí es señor —señala la puerta de entrada de lo que pienso que es la oficina.

Él abre la puerta y se hace a un lado para dejarme pasar. Dando un paso dentro de la oficina me percato que tiene una oficina demasiado rústica.

—Tome asiento —dice secamente y siento que esto será una guerra y no una alianza o sociedad.

Lobreguez se ha equivocado.

—Así que usted es la encargada del club nocturno y de los demás negocios —empiezo y dudo que termine.

Su molestia es notoria y para mí es una satisfacción.

—Bienvenido al club nocturno, señor Davies —en su rostro se dibuja una enorme sonrisa falsa —. Bueno... —aclara su garganta tras sentarse cómodamente.

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