Enfrentamientos

—El motivo de mi visita es porque mi amigo Lobreguez me ha encargado de todo este negocio —golpe bajo!

—No, no puede ser posible que me estés diciendo eso —se levanta bruscamente tras dar un puño sobre la mesa—. El amo no me haría esa traición, sí, traición, porque él sabe que soy capaz de encargarme de todo y no tener a un lamebotas de mierda—vocifera con ímpetu.

¿Pero qué le sucede?

—Primero respétame —siseo entre dientes—. Si no fueras mujer, juro que ya te hubiera tumbado los dientes de un solo puñetazo.

No soy de los hombres que soportan la altanería de una mujer, sin embargo, estoy soportando todo lo que esta mujer, me está diciendo, ¡me está volviendo loco!

—No me jodas —nuevamente vuelve a dar otro puñetazo—, te equivocas si piensas que soy una persona de la que se puede dejar pisotear —se exalta—, te equivocas, imbécil.

—Y cree que un pekinés como tú me intimidará —me suelta a reír.

—¿Pekinés? —sus ojos se abren de golpe.

—Sí, solo mírate —levanto mi dedo y le señalo de arrib
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