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Muchos años antes.

El viento soplaba frío y fuerte esa noche. Los terrenos estaban cubiertos por una gruesa capa de de niebla blanca que ocultaba cualquier rastro de vida en toda la extensión. La luz de la luna era lo único que iluminaba las profundidades del bosque. Los animales se encontraban en sus cuevas cubriéndose de la helada brisa nocturna. Un paisaje tan solitario que podría deprimir a cualquiera.

El sonido de las patas peludas hundiéndose en la nieve era lo único que podía escucharse junto a algunos leves gruñidos. Los copos gruesos cubrían los dos cuerpos que se hacían paso después de un agotador día. Los músculos de ambos se notaban incluso por entre su pelaje y aunque intentaban avanzar apenas podían.

Ser atrapados en medio de una tormenta de nieve después de un recorrido a todos los terrenos de la manada no era nada agradable. Aún faltaba camino para llegar a sus residencias, pero al parecer tendrían que buscar un lugar para refugiarse. Las plantas de sus patas estaban heladas y uno de los dos lobos cojeaba.  

El recorrido se había hecho más largo desde que comenzó a nevar. Había tenido que detenerse varias veces para que el más joven de los dos descansara y la visibilidad de camino cada vez era más problemática. Apenas si podía ver algunos metros delante de ellos, y no era por la falta de luz.

Por suerte, después de media hora más avanzando encontraron refugio dentro de una vieja cueva apenas visible por los arbustos y ambos entraron. Se removieron para quitarse la nieve de encima y quedó visible el pelaje grisáceo del más grande y el color marrón del más joven que soltó un suspiro y se sentó con alivio. Estaba agotado y aunque solo era más joven que el otro por dos años no tenía la genética del alfa.

-Descansemos aquí hasta que baje la tormenta- dijo el alfa estirando sus patas.

En ese momento White alzó las orejas y miró detrás de él al interior de la cueva que estaba oscura y gruñó. Sky a pesar de su cansancio se puso en alerta y erizó todo el pelaje de su lomo.

-¿Alfa, que pasa?- se acercó con sigilo a este.

-Hay un humano aquí- le dijo el alfa y comenzó a adentrarse a la cueva unos pocos metros hasta encontrar un pequeño bulto en una esquina. Este temblaba debido a la baja temperatura.

El lobo olisqueó encontrando que el aroma era suave, incluso agradable… para provenir de un maldito humano. Frunció el entrecejo y gruño más fuerte. El bulto se quedó tieso por un segundo para después asomar un poco la cabeza. Los pequeños ojos se fijaron en ellos.

Tanto la mirada del alfa como de aquel infante se cruzaron y el lomo sintió un estremecimiento. Uno bastante extraño y para nada familiar pero que al momento se disipó, acaso habían sido imaginaciones suyas.

-¿Alfa?- Sky se puso al lado de él- ¿lo mato?- era lo más lógico, era un humano en sus terrenos, habiendo violado las leyes impuestas por ambos.

Para su sorpresa, su alfa estaba quieto sin apartar la mirada del humano, más bien comenzó a acercarse cautelosamente hacia él bajando su cabeza. Las aletas de su nariz se movían. 

White se detuvo frente al cuerpo pegado a la pared que quitando los temblores por el frío no parecía querer huir de ellos, más bien, incluso el beta había notado un leve brillo en su mirada. El alfa movió su morro y con su nariz movió la tela hacia atrás dejando al descubierto la cabeza de… una cachorra humana.

White se quedó sin aire.

Era muy joven, por su tamaño y las facciones de la cara asimilo que estaría cercana a los 5-6 años. Sus grandes mejillas estaban rojas al igual que su nariz debido al fuerte frío. Los mechones de su cabello rubio, que se escapaban de su moño alto le caían sin control sobre sus hombros húmedos, seguro por la nieve que se había derretido sobre ellos, pero lo que más le llamó la atención eran esos dos grandes ojos azules lo miraban desde abajo con gran interés.

Se quedaron en silencio algunos segundos hasta que fue Sky el que habló.

-¿Qué haces en el territorio de los lobos?- le gruñó ligeramente haciendo que ella dirigiera la mirada del alfa hacia él- Acaso estás perdida o te infiltraste aquí. Será mejor que digas la verdad. Tú olor te delatará.

Ella pestañeó varias veces hasta que habló con una voz ronca, como si su garganta doliera.

-Estoy perdida- después de esto comenzó a toser de forma dolorosa.

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