En la imponente soledad de la torre más alta del castillo, donde las sombras danzaban al compás del viento nocturno y la luz de la luna bañaba las almenas de un brillo espectral, Liam se encontraba inmerso en un ritual silencioso y desesperado. Desde su regreso, la preocupación por Samanta lo consumía como una llama constante. La imagen de su hermana huyendo, enfrentándose a la ira de su padre y a los peligros desconocidos del mundo exterior junto a un ser tan enigmático como un cambiaformas, lo mantenía despierto por las noches. Cada crujido de la madera de la torre, cada susurro del viento, le recordaba la precariedad de la situación de Samanta.
Lysander, cuya majestuosa presencia llenaba la estancia con su calor y su imponente silencio, permanecía a su lado, su cuerpo escamoso irradiando un calor reconfortante. El vínculo inquebrantable que compartían, la profunda conexión entre jinete y dragón, era ahora el único puente que Liam podía intentar tender hacia su herm