Capítulo 10: La Primera Tempestad y el Rugido Silencioso
Agnes ya no distinguía entre el sueño y la vigilia. El velo que separaba su realidad de las visiones se había vuelto tan delgado que a veces sentía que caminaba por dos mundos a la vez. Las pesadillas no solo se habían vuelto más frecuentes, sino que su nitidez era aterradora. El bosque retorcido, con árboles cuyas ramas parecían garras esqueléticas, se alzaba imponente, susurrando secretos antiguos, ecos de dolor y de poder que la llamaban. Y la criatura. Siempre la criatura. Una figura amorfa de sombra, con ojos rojos incandescentes que la miraban fijamente, una presencia maligna que la llamaba con un aullido primal, un sonido gutural que resonaba en lo más profundo de su ser. Era un eco de maldad pura, pero también, de una extraña familiaridad, como si ya la conociera de algún lugar olvidado en su alma.
Lo más inquietante era que ya no la paralizaba del todo. En lugar de eso, sentía una extraña corriente eléctrica recorrer sus