Capítulo 11: La furia del Alpha y el rugido de la Luna
El búnker era un lugar frío, oscuro y opresivo. Para Agnes, que había pasado años en la penumbra de un sótano, era una prisión familiar, un eco del pasado del que creía haber escapado. Se acurrucó en un rincón, con las rodillas pegadas al pecho, mientras los ecos de la batalla se filtraban a través de las paredes reforzadas, llegando a ella como un lamento distante. El sonido de los gruñidos, los aullidos y los estruendos metálicos la hacían temblar. El Alpha se había ido. Dimitri se había quedado, su presencia silenciosa pero firme, un ancla en la tormenta de su miedo.
—¿Estás bien, Luna? —preguntó Dimitri, su voz grave y suave, un consuelo inesperado en medio del caos. Se sentó a su lado, manteniendo una distancia respetuosa, pero su mano se extendió hacia ella, invitándola a buscar consuelo.
Agnes solo pudo asentir, sus ojos negros fijos en la nada, el pánico arraigado en su pecho. El collar de luna en su cuello pulsaba con una