Valeria
Luca me llevó de vuelta a mi habitación sin decir una palabra. Su agarre en mi brazo no era brusco, pero sí firme, como si estuviera asegurándose de que no escapara otra vez. Mi mente seguía dando vueltas por lo que había visto: un hombre armado, la amenaza que representaba y la manera en que Luca lo había enfrentado con una calma implacable.
Cuando cerró la puerta detrás de nosotros, giró hacia mí, sus ojos ardiendo de furia contenida.
—¿Qué parte de "quédate aquí" no entendiste? —preguntó con una voz baja, pero peligrosa.
—No soy una prisionera, Luca. —Mi respuesta salió más firme de lo que esperaba, aunque mi corazón latía con fuerza. —No puedes encerrarme y esperar que simplemente obedezca.
Él pasó una mano por su cabello, claramente frustrado.
—No entiendes en qué mundo estás metida, Valeria. No tienes idea de lo que ese hombre podría haberte hecho si te encontraba.
—Entonces explícame, Luca. —Di un paso hacia él, desafiándolo con mi mirada. —Estoy aquí, atrapada,