Capiítulo 5: vuelve a casa.

Abigaíl se quedó pensativa por un momento, sumergida en sus propios pensamientos.

Finalmente, llegó a la conclusión de que Marco tenía razón. No podía tomar una decisión precipitada sobre quién era el padre de su hijo sin tener la certeza absoluta.

Debía darles a ambos la oportunidad de demostrar su paternidad, así que decidió que lo mejor era dialogar los tres juntos.

—Está bien —dijo Abi con determinación, —déjame comprar el vuelo por la aplicación.

Se apresuró a abrir la aplicación de su aerolínea preferida en su teléfono y cuando llegó al paso de pago, le pidió a Marco sus datos bancarios.

—Págalo tú, luego te lo regreso. Mis tarjetas están adentro —le explicó mientras se esforzaba por completar el proceso de compra de los boletos de avión.

Finalmente, logró hacer el pago y se dio cuenta de que solo tenían dos horas antes de que su vuelo despegara. Sin decir una palabra, se dirigieron juntos al aeropuerto.

El tiempo parecía pasar volando mientras esperaban en la sala de espera y durante el trayecto del vuelo. Abigaíl se sentía abrumada por una mezcla de inseguridades y emoción.

Estaba a punto de reunirse con Aless, el posible padre de su hijo, y la emoción se apoderaba de ella.

Observaba el paisaje desde la ventanilla del avión, intentando calmar sus pensamientos y prepararse para lo que les esperaba en su destino.

Una vez que aterrizaron en Londres, Abigaíl rápidamente se organizó y se aseguró de tener consigo su bolsa de viaje.

Marco caminaba detrás de ella, con el rostro oculto tras unas gafas oscuras.

Juntos, se dirigieron hacia la terminal de taxis y solicitaron uno que los llevara a la dirección que Abigaíl recordaba perfectamente. A través de conversaciones anteriores con Aless, había soñado con vivir en Londres a su lado.

Mientras viajaban en el taxi, Marco no podía ocultar su semblante serio.

Observó a Abigaíl a través del retrovisor y rompió el silencio.

—Pareces un perro, mete la cabeza —comentó de forma mordaz.

Abi estaba acostumbrada a su estilo directo de comunicarse, así que simplemente sonrió y se acomodó en su asiento.

—¿Crees que él quiera verme?

Marco quitó las gafas de sol y le respondió con su característica franqueza.

—Yo no lo haría —dijo, pero luego suavizó su expresión y le dedicó una sonrisa reconfortante. —Pero no te preocupes, Abi. Tuvimos un vínculo especial y creo que a él no le gustará estar con alguien que se entrega a otro hombre con facilidad.

Estas palabras, aunque dichas con amabilidad, no pudieron evitar hacer que Abigaíl sintiera un nudo en la garganta. En lo más profundo de su ser, ella sabía que su corazón siempre había pertenecido a Aless.

La tensión en el taxi se desvaneció cuando finalmente llegaron a la enorme mansión en la dirección que Abigaíl había recordado con tanto detalle.

Abigail pagó al taxista y salió del vehículo, siguiendo a Marco hacia la entrada principal. Tocaron el timbre y las imponentes puertas se abrieron para revelar a un mayordomo que les dio la bienvenida con elegancia.

—¿Se encuentra Aless? —preguntó Abigaíl con anticipación, esperando que el mayordomo tuviera buenas noticias.

El mayordomo mantuvo la mirada fija en ella, sin despegar los ojos de la joven

—El joven Aless no se encuentra por el momento...

Abigaíl sintió un atisbo de desilusión al escuchar esas palabras.

—¿Sabe si vuelve pronto? —preguntó, con un dejo de esperanza en su voz, en un intento desesperado por mantener vivo el hilo de esperanza en su corazón.

—Señorita, lamento informarle que el joven Aless no se encuentra en Londres en este momento. Ha viajado a Estados Unidos para especializarse en su campo de la salud y no regresará hasta dentro de dos largos años...

En ese momento, Abigaíl recordó que Aless era un destacado doctor.

—¿Tendría alguna manera de comunicarme con él?

Marco, la tomó de la mano en un gesto de apoyo.

—La verdad es que el señor Aless no tiene ninguna forma de contacto en este momento.

Marco apretó su mano con fuerza y ella no pudo evitar quejarse ligeramente del dolor.

—Por favor, ¡implórele al señor Aless que se comunique conmigo! Dígale que Abigaíl ha venido a buscarlo y que es urgente que hable conmigo

Sacó un pedazo de papel y un bolígrafo de su bolso y rápidamente escribió su número de teléfono.

—Seguramente él lo tiene guardado, pero por favor, dígale que me llame en cuanto pueda.

El mayordomo asintió con amabilidad. Después de eso, ambos salieron de la elegante mansión en la que se encontraban.

—Todo esto ha sido una completa pérdida de tiempo, sugiero que pasemos la noche en un hotel cercano—propuso Marco, tratando de animar a Abigaíl.

—Está bien.

Ella se sentía desmotivada y no podía dejar de pensar en la posibilidad de no volver a ver a Aless, y lo que más deseaba era poder contarle que el bebé que llevaba en su vientre podía ser suyo.

Llegaron a un hotel y Abigaíl esperó pacientemente a que Marco realizara el pago, pero para su sorpresa, al revisar sus cuentas, se dio cuenta de que había sido ella quien pagó por el vuelo y ahora también estaba cubriendo el costo de las dos habitaciones con su tarjeta de crédito.

Abigaíl no podía dejar de mirar su teléfono, esperando ansiosamente que Aless la llamara, pero a medida que pasaban las horas, el teléfono permanecía mudo.

Después de tomar un baño, finalmente se fue a dormir, agotada tanto emocional como físicamente.

En medio de la noche, su teléfono sonó una vez, proveniente de un número desconocido, pero no pudo responder debido a que ya se encontraba profundamente dormida.

A la mañana siguiente, al despertarse, se percató de las numerosas llamadas perdidas de su padre, por lo que decidió llamarlo de inmediato.

—Hola papá —Saludó con voz somnolienta.

—¿Estás en Londres con Marco? —Preguntó Máximo, sin darle tiempo a respirar.

—Sí, he venido a...

—No importa, Abigaíl, vuelve de inmediato a Alemania.

Abigaíl estaba confundida por el tono molesto de su padre, aunque él hablaba tranquilamente, sin elevar la voz ni maltratarla.

—¿Qué sucede, papá?—intentó preguntar, pero fue interrumpida rápidamente.

—Mira las noticias, Abi. Hay fotos tuyas entrando a un hotel junto a Marco, y son muy comprometedoras. Abigaíl, regresa a casa de inmediato, lo solucionaremos.

La joven puso el teléfono en altavoz y comenzó a buscar en las noticias en línea. Para su horror, encontró las fotos de ella y Marco, algunas incluso mostraban momentos íntimos entre ellos, así como imágenes de su entrada al hotel.

—Papi —Abigaíl comenzó a sollozar desconsoladamente.

—Cariño, vuelve, solucionaremos esto juntos, mi amor.

Su padre intentó consolarla.

—Lo siento, papá.

Sus palabras se perdieron entre lágrimas.

—Eres mi hija y siempre te apoyaré en todo lo que necesites, pero por favor, regresa a casa lo antes posible. Hablaremos cuando estés aquí.

Justo cuando Abigaíl se disponía a salir apresuradamente de su habitación, Marco apareció en la puerta.

—¿Has visto las noticias? —preguntó con voz preocupada.

Abigaíl continuó llorando y él la abrazó, intentando consolarla en medio de su propio remordimiento.

—¿Quién publicó esas imágenes? —preguntó angustiada Abigaíl. —He hecho quedar mal a mi padre, él es una persona muy influyente en el mundo de los negocios y ahora está siendo ridiculizado públicamente. ¿Has leído todo lo que dicen de mí?

—Tranquila.

Abi volvió a entrar en la habitación y corrió al baño para vomitar, afectada por la mezcla de emociones y la tensión del momento.

Marco se quedó en la habitación, observando con una sonrisa maliciosa, mientras tomo el teléfono celular de Abi que empezaba a sonar con un número desconocido.

Él decidió contestar la llamada y entabló una breve conversación con la persona al otro lado de la línea antes de colgar abruptamente, soltando un grito.

—SI NO QUIERE HACERSE CARGO, ESTÁ PERFECTO. MI HIJO NO NECESITARÁ UN PADRE, ME CASARÉ CON ELLA Y ASUMIRÉ LA RESPONSABILIDAD. NO TE NECESITAMOS.

Abi, quien salía del baño, alcanzó a escuchar las palabras de Marco.

—¿Era Aless? —preguntó con voz temblorosa.

—Lo siento, Abi, él solo llamó para decir que no quiere saber nada de ti. Al parecer, ha visto lo que han divulgado sobre nosotros y no me ha quedado más remedio que contarle sobre el embarazo. Lo siento, él dijo que no quiere saber nada sobre el bebé y que no puedes contar con él. De la rabia, tiré tu teléfono contra la pared, pero no te preocupes, ese bebé no estará solo, yo me encargaré de él.

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