Al principio, no quería aceptar el matrimonio que su padre había acordado para ella; sin embargo, cuando tenía el cómplice perfecto para poder salvarse de aquella situación, terminaría enamorándose de quien en su momento estuvo comprometida. No obstante, una mala jugada del destino haría que ella quedara embarazada, provocando que no supiera si era de su prometido o del hombre que había jurado ayudarla. Ahora, sin poder hacer más nada y con una vida formándose en su vientre, la vida la deja contra la espada y la pared. Esta novela narra lo difícil y complicado que puede ser un matrimonio sin amor... La vida de Maximiliano antes de Hanna, con Hanna y después de Hanna. Es una versión salida de uno de los personajes de "El oscuro secreto del CEO". ★No es necesario leer esa novela. ★Pero si la quieren leer adelante. ★Obra en desarrollo... ★Cuenta con errores,
Ler maisDicen que el amor es algo mágico y atrayente, que poco a poco se va convirtiendo en lo que estaba destinado, o que sin eso no puedes vivir. Es como el oxígeno, como eso que no puedes ver, pero lo necesitas para vivir. Siempre he creído que el amor es una mezcla extraña de dos corazones en uno solo.
—¿Cómo es que tus padres se convirtieron en esto? —preguntó Hanna mientras mirábamos las luces de la ciudad deslumbrando todo alrededor.No pude evitar suspirar antes de responder.—Mis padres... alguna vez fueron felices. Eso es algo que no recuerdo de mi infancia o algo cambió y nunca supe qué fue exactamente. Mi madre solía decir que estaban enamorados, pero ahora ya no lo sé —le conté a Hanna con tristeza en voz baja.Hanna apretó suavemente mi mano y me miró con comprensión en los ojos.—A veces las cosas no son lo que parecen. No podemos juzgar la felicidad de alguien desde afuera. Pero lo importante es lo que sientes tú, lo que te hace feliz —dijo con dulzura.Asentí, agradecido por sus palabras reconfortantes. Ambos volvimos a quedarnos en silencio, contemplando las luces que bailaban en la oscuridad de la noche. Sentí el calor de su mano en la mía, una pequeña chispa de esperanza en medio de la confusión.—¡Debemos volver a casa, Hanna! —exclamé de repente, sintiendo el frío helado que se colaba entre nuestras ropas.Me levanté rápidamente y le extendí la mano para ayudarla a ponerse de pie.Caminamos de regreso en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. Evitamos mencionar lo que habíamos hablado antes, pero no podía evitar pensar en el anillo que le había puesto en el dedo. No era solo un símbolo de compromiso, era una promesa inquebrantable de protegerla y estar a su lado.Cuando finalmente llegamos a casa, Hanna se recostó entre mis brazos, buscando refugio y calor. La abracé con ternura, sintiendo su dulce respiración y su cuerpo contra el mío. Mientras ella dormía plácidamente, no dejé de pensar en las palabras que le dije a mi madre ese mismo día, agradeciéndole por el infierno que nos hizo vivir al no separarse de mi padre, a pesar de todo lo que nos hizo sufrir a mi hermana y a mí.No podía imaginar lastimar a Hanna de la forma en que ese hombre lo hizo con mi madre. Ella era mi luz, mi salvación. Amaba a mi futura esposa y consideraba que la mujer era como la flor más delicada, una joya que había encontrado y que debía proteger.Traté de conciliar el sueño, queriendo escapar de los pensamientos oscuros que amenazaban con invadir mi mente. Pero la noche parecía estar en mi contra, susurrando recuerdos dolorosos y miedos del pasado.Me levanté, decidido a alejar esos pensamientos y preparé un café colombiano. El aroma llenó la habitación y me reconfortó. Me senté en el sofá, sosteniendo la taza entre mis manos mientras observaba las fotografías de Hanna en mi celular. Cada imagen capturaba su belleza natural y sus expresiones graciosas. Una sonrisa se deslizó por mi rostro mientras recordaba los momentos divertidos que habíamos compartido juntos.—Te amo tanto, Hanna —susurré en voz baja, dejando el teléfono a un lado.Me acomodé en el sofá y apoyé la cabeza en el respaldo, saboreando el momento de tranquilidad antes de que el sueño finalmente me envolviera.Con los ojos cerrados, no pude evitar preguntarme qué hubiera sido de mí si ella no hubiera estado a mi lado en esos momentos difíciles. Aunque no la conocí en un buen momento de mi vida, no cambiaría nada de todo lo vivido a su lado. No era el momento correcto, solo hacía falta esperar para que lo fuera...—Tú nunca te detenías cuando abusabas de mi madre frente a mí, nunca lo hacías cuando me golpeabas. Tienes suerte de que solo te esté demostrando el dolor que pasé en solo minutos —mencioné con voz entrecortada, llena de emociones contenidas.Los gritos de Marco continuaron resonando en el aire mientras, con manos temblorosas, cortaba parte de su piel en su espalda y brazos.Cada herida era una muestra tangible de mi ira y frustración acumuladas durante años.A pesar de mi deseo de venganza, en el fondo, sabía que no podría convertirme en un asesino.Lentamente, me alejé de él, dejando atrás esa escena macabra, y mis ojos se posaron en el charco de sangre que se iba formando en las escaleras.—Morirás como siempre debiste estar, totalmente solo —mencioné, con una mezcla de tristeza y satisfacción, mientras abandonaba la escena.El sonido de mis pasos apresurados resonaba en el pasillo mientras volvía a casa.Cada zancada era una liberación, el escape definitivo de aquel infierno en el
—¡Pero qué lindos se ven! —exclamé con alegría al ver a los que más valor tenían para mí.El sol brillaba sobre sus rostros, resaltando sus sonrisas contagiosas y sus ojos llenos de dulzura.—Papi, ¡llegaste! —gritaron ambos niños emocionados, corriendo hacia mí con sus pequeñas piernas.Los recibí con los brazos abiertos y los levanté en el aire, envolviéndolos en un cálido abrazo. Sus risas llenaron el aire y mi corazón se llenó de un amor inmenso.Hanna, mi amada esposa, se acercó a mí con paso seguro y me regaló un beso tierno en los labios. Su presencia siempre me reconfortaba y me hacía sentir completo.—Te extrañamos, esposo —mencionó con una dulce sonrisa, reflejando el amor y la complicidad que compartíamos.Les entregué a cada uno de mis hijos una bolsa envuelta en papel brillante, llena de sorpresas y juguetes que sabía que les encantarían.Sus ojos se iluminaron de emoción mientras desenvolvían los regalos con manos hábiles y curiosas.Para Hanna, preparé una carpeta con m
—Ayúdala—le dije a mi médico de apoyo, quien presionaba su vientre con determinación mientras yo le daba ánimos.Las contracciones eran cada vez más intensas y evidentes en el rostro de Hanna.—Ya, puja—le pedía, con voz firme y alentadora.El anestesiólogo, siempre atento, limpiaba el sudor de su frente, mientras la cabecita de uno de mis preciosos hijos comenzaba a asomarse.—Una vez más, casi lo tenemos—le susurré, y Hanna se esforzó una vez más en ese empuje decisivo.Mientras el médico de apoyo hacía su trabajo, tiré suavemente del cuerpecito de mi hijo, ayudando a que naciera.Y entonces, justo en ese momento mágico, mi bebé salió al mundo.Una inmensa felicidad se apoderó de mi corazón al ver sus rosadas mejillas y su cabello negro.Corté el cordón umbilical y le di algunas nalgadas suaves para estimular su llanto, que resonó como una de las melodías más hermosas que haya escuchado en mi vida.Pasé a mi bebé a las amorosas manos de la enfermera, quien lo limpió, lo pesó y revis
★Max.Cuando por fin me dieron de alta del hospital, ansiaba estar junto a Hanna. Pero, para mi desgracia, mi amada suegra estaba en casa.Ella se propuso, junto con la esposa de Aless, cuidar de mí.Parecían dos brujas, ni siquiera me dejaban levantarme de la cama sabiendo que ya estaba bien. Pero esto también se aplicaba para Hanna, quien se encontraba en las últimas etapas de su embarazo y pronto daría a luz a nuestros hijos.—Deberíamos decirles que se vayan —le dije a Hanna, frustrado por la intromisión constante de estas mujeres en nuestra intimidad.Ella soltó una risa suave y me respondió:—Deberías sentirte afortunado de que esas dos mujeres se preocupen por ti.—No, lo que quiero es hacer el amor con mi mujer y ellas están presentes todo el maldito día —exclamé molesto.—Estoy a punto de explotar —protestó Hanna, y eso me hizo reír.—Y sabes, hacer el amor en los últimos momentos del embarazo es recomendable. Ayuda al momento del parto. Vamos, déjame ayudarte —le propuse, de
★Aless.—¿Estás bien? —me preguntó mi esposa preocupada mientras me abrazaba con fuerza.Sus ojos reflejaban una mezcla de angustia y amor.—Hanna me ha informado que aún no hay noticias de Max. Los rescatistas están a punto de detener la búsqueda porque el terreno es inestable. Estaba pensando en acudir con Hanna, pero no lo haré; llamaré a la brigada de apoyo del hospital. Amor, tengo que encontrar a mi hijo —le dije con desesperación, aferrándome a la esperanza de hallar a Max sano y salvo.Mi esposa asintió.—Muy bien, cariño. Tú ve con los rescatistas y yo movilizaré la brigada de rescate del hospital. Corre, amor, tienes que encontrar a nuestro Max.Una sonrisa se dibujó en mi rostro, gratamente sorprendido por su apoyo incondicional.Max siempre ha sido alguien especial para ella, y a pesar de haberse enterado recientemente de que es mi hijo biológico, esto no ha cambiado nada en sus sentimientos. Después de despedirme de ella, me dirigí rápidamente a ponerme en contacto con lo
★Aless. El intenso dolor en el pecho me hacía sentir extraño, como si algo malo estuviera a punto de ocurrir. Llamé a mis padres ansioso por obtener noticias de mis gemelas, pero me aseguraron que estaban bien. Sin embargo, seguía teniendo esa inquietante sensación de que algo no estaba en orden. Decidí llamar a Max para sacar mis dudas.—Max, ¿todo está bien? —lo interrogué, intentando ocultar mi preocupación.—No, han secuestrado a Hanna y mi madre... —hizo una pausa, su furia era evidente en su voz. —Ella no dirá nada, mi madre nunca ha hecho nada por mí—.Pidiéndole la dirección de su madre, interrumpí sus palabras. —Aless, ¿para qué...? —no terminó la pregunta antes de enviarme la dirección. Creo que ha llegado el momento de enfrentar a Abigail y decirle algunas verdades. Colgué la llamada y me acerqué a mi esposa.—¿Vas a salir? —preguntó con curiosidad.—Sí, amor. Iré a ver a Abigail... —respondí en silencio, esperando su reacción.—Ve, cariño. Te estaré esperando aquí. Escuc
Último capítulo