Capítulo 3: Aless

Cuando ella finalmente regresó a su casa, su padre ya la esperaba impaciente. Junto a él, se encontraba un joven apuesto, de cabellos rubios que resaltaban su tez bronceada y unos penetrantes ojos grises que parecían mirar directo al alma de Abigail.

Abigail, abrumada por la situación, evitó saludar a su padre y, en cambio, se quedó fija en la presencia de aquel joven desconocido a su lado.

—Papá, ¿quién es este hombre? —preguntó Abigail, intentando mantener la calma ante la confusión que inundaba su mente.

Con una sonrisa en el rostro, Máximo presentó al joven.

—Abigail, quiero que conozcas a Aless Guillén. Él ha estado a mi lado durante tu ausencia y es un honor tenerte finalmente de regreso en casa, para que podamos celebrar nuestro compromiso.

Abigail se tomó un momento para procesar las palabras de su padre. ¿Un compromiso? ¿Con este hombre al que apenas conocía? Sentía que su vida se había dado vuelta en apenas unos segundos.

Aless, notando la sorpresa en los ojos de Abigail, se acercó a ella con delicadeza. Tomó su mano suavemente y le dio un beso en el dorso, esperando calmar un poco los nervios de la joven.

—Mucho gusto, señorita. Mi nombre es Aless Guillén. Su padre me ha hablado mucho de usted en su ausencia, y estoy encantado de conocerla finalmente. ¿Puedo tutearte? —preguntó con cortesía.

Abigail asintió, todavía tratando de asimilar la situación. No podía evitar notar lo atractivo que era Aless, y aunque su corazón latía descontroladamente, intentaba mantener la compostura.

—Sí, puedes, Aless —respondió ella con gentileza.

A medida que conversaban más, Abigail se dio cuenta de que compartían muchos gustos e intereses en común, especialmente en el arte y la literatura.

Los días pasaron fugazmente mientras Abigail y Aless se sumergían en una vorágine de conversaciones apasionadas y descubrimientos mutuos.

Cada vez que estaban juntos, experimentaban una conexión especial, como si estuvieran viviendo en un cuento de hadas o una de esas emocionantes telenovelas.

Sin embargo, no todo el mundo estaba contento con esta nueva relación. Marco, se molestó al darse cuenta de que ella había decidido casarse con Aless. Durante años, había guardado en secreto su amor por ella, y ahora sentía que se le escapaba entre los dedos.

A pesar de sus sentimientos, Marco decidió no intervenir. Optó por quedarse en silencio, observando cómo los días pasaban y su amor se volvía cada vez más distante ante la presencia de Aless.

Abigail, por su parte, intentaba disimular su creciente enamoramiento por el británico de ojos grises. Aunque en su mente aún existían dudas y temores, a cada día que pasaba, la certeza de que aceptaría a Aless como esposo se afianzaba más en su corazón.

Sabiendo que el tiempo apremiaba, Marco se armó de valor y decidió enfrentar la situación. Se acercó a Abigail y la tomó de la mano, mirándola con los ojos llenos de esperanza.

—Abigail, sé que te has comprometido con Aless, pero... ¿podrías darme una oportunidad? Siempre he sentido algo especial por ti, y no quiero ver cómo te marchas hacia un futuro incierto —dijo Marco con voz temblorosa.

Abigail se sintió abrumada por las confesiones de Marco. Sabía que había una conexión especial entre ellos, pero su corazón había sido cautivado por el encanto de Aless y ya no podía negar los sentimientos que albergaba por él.

—Marco, eres un gran amigo para mí y siempre te agradeceré el apoyo y el cariño que me has brindado. Pero mi corazón pertenece a Aless, y aunque sé que el futuro es incierto, siento que nuestro amor puede enfrentar cualquier desafío —respondió Abigail con sinceridad.

Marco, decepcionado pero con una comprensión resignada, dejó caer su mano y suspiró. Se dio cuenta de que ya no había nada más que pudiera hacer por Abigail.

A medida que los preparativos para la boda avanzaban, Abigail se encontraba dividida entre la emoción por casarse con Aless y la tristeza por perder a Marco como amigo cercano. Aunque seguía apreciando el cariño y la amistad que habían compartido, sabía que su futuro ahora estaba destinado a estar junto al hombre que había conquistado su corazón.

Y así, con los días pasando y el amor floreciendo, Abigail se embarcó en un nuevo capítulo de su vida, confiando en que el destino le depararía una historia de amor tan apasionante como aquellas que había leído en los libros o visto en las telenovelas.

Unos días antes de la esperada ceremonia, Abigail y el joven Aless tuvieron una cita romántica. Cada vez se sentían más cercanos, permitiéndose demostraciones de afecto en público como tomarse de la mano o darse breves besos que sellaban su amor frente a los demás. Ambos estaban sumergidos en el dulce proceso de conocer el amor uno por el otro, disfrutando de cada instante compartido.

Hasta que llegó ese día en el que las demostraciones de afecto en público ya no eran suficientes para saciar su pasión desbordante. Fue entonces cuando decidieron dar un paso más en su relación, entregándose el uno al otro en la intimidad.

Fue una experiencia mágica y especial, llena de besos y caricias que les robaban el aliento y hacían que el mundo desapareciera a su alrededor. Abigail se sentía en las nubes y anhelaba con fervor el día en que finalmente se convertiría en la esposa de Aless.

Sin embargo, unos días antes de la esperada ceremonia, Abigail se encontraba en un bar celebrando su inminente matrimonio con Aless.

La alegría y emoción la embargaban mientras brindaba por el futuro al lado de su gran amigo. Pero, en medio de su felicidad, Marco, bebía para ahogar sus penas. Su corazón estaba lleno de desdicha al saber que el eterno amor de su vida se casaría con otro hombre.

Entre tragos y risas, Marco decidió confesarle sus sentimientos a Abigail. Con ternura, acarició su mejilla y pronunció palabras que dejaron a Abigail perpleja.

—Siempre he estado enamorado de ti —susurró.

Al principio, Abigail creyó que era una broma de parte de Marco ya que ya había hablado al respecto, pero se dio cuenta de que sus palabras eran sinceras cuando él selló sus labios a los suyos con intensidad, como si la estuviera reclamando como suya.

Sorprendida y confundida, ella lo empujó para liberarse de su abrazo, pero su fuerza no fue suficiente para apartar al hombre que la besaba con avidez, como si no quisiera soltarla. Era como una sanguijuela pegada a su boca, invadiendo su espacio personal.

Finalmente, Abigail logró morder el labio de Marco para que la soltara y, tomando sus cosas, salió apresuradamente del lugar. Caminó tambaleándose por la calle, su cuerpo luchando por mantener el equilibrio bajo los efectos del alcohol. No se detuvo a recibir explicaciones de Marco, quien no salió tras ella para dárselas.

Todo aquello era difícil de asimilar para Abigail. Marco la había besado, algo que ella encontró desagradable y que, además, era una traición a su amor por Aless.

Mientras caminaba perdida en sus pensamientos, un auto pasó cerca de ella y se detuvo unos metros más adelante. Era el auto de Marco.

—Abigail, perdóname, déjame llevarte a casa —rogó él al notar que su amiga estaba a punto de caer inconsciente en la acera por el alcohol.

Ella vaciló, sintiendo la mezcla de molestia y curiosidad por las intenciones de Marco.

—No... —alcanzó a murmurar antes de que él tomará su mano.

—Sé que estás molesta por el beso de hace rato, pero en verdad me arrepiento. Dame la oportunidad de arreglar mi error, no volveré a intentar besarte jamás —dijo Marco con voz entrecortada, apretando los puños con fuerza.

Abigail lo miró, buscando la sinceridad en sus ojos y, ante lo que encontró, asintió con cautela.

—Solo si te queda claro que yo amo a Aless —respondió, recordándole el verdadero amor que habitaba en su corazón.

Marco comprendió que había perdido la batalla y aceptó su derrota en silencio.

Ambos subieron al auto, que los llevaría a casa. Abigail, agotada por el alcohol, se recostó en el hombro de Marco y pronto se quedó dormida. Marco dio instrucciones al taxista para llevarla a su hogar, sabiendo que el padre de Abigail estaba de viaje de negocios y que no habría nadie allí.

En la espaciosa habitación de Abigail, con una suave luz filtrándose por las cortinas, Marco se encontraba sumido en una profunda reflexión.

Era consciente de que debía tomar una decisión trascendental, una que afectaría su vida y la de Abigail de manera irreversible.

La incertidumbre carcomía su mente mientras observaba a Abigail dormir plácidamente en la cama.

Sus ojos se deslizaban por cada contorno de su delicado rostro, iluminado por la tímida luz de la lámpara.

La mezcla de emociones en el corazón de Marco era abrumadora. Por un lado, ardía en deseos de entregarse a esa pasión que lo consumía, pero por otro, la culpa acechaba su conciencia como una sombra ominosa.

Incapaz de resistir la tentación, Marco se acercó cautelosamente a Abigail y depositó un beso suave en sus labios. El palpitar desenfrenado de su corazón denotaba el conflicto interno al que se enfrentaba.

En medio de ese silencio repleto de susurros mudos, Abigail murmuró con entusiasmo el nombre de Aless, un nombre que resucitó viejas inseguridades en Marco.

Sin embargo, en lugar de poner objeciones, Marco abandonó la lucha interna y se dejó llevar por el deseo vertiginoso de Abigail.

La forma en que ella lo besó, como siempre había anhelado, lo irritaba pero al mismo tiempo lo embriagaba con una pasión incontrolable. Sus cuerpos se enredaron en una danza de deseos inquietantes mientras la noche se teñía de intensidad y complicidad.

Cuando la mañana llegó, el sonido de un mensaje de texto interrumpió abruptamente el sueño de Marco.

Al tomar su celular, se dio cuenta de que no era el suyo, sino el de Abigail.

Una mezcla de ansiedad y excitación invadió su ser al leer el mensaje de Aless deseando los buenos días.

Sin pensarlo dos veces, Marco respondió como si fuera Abigail, sugiriendo que se encontrara en su casa para disfrutar de un delicioso desayuno que ella misma prepararía. Además, le pidió que entrara sin tocar.

El rumor de los mensajes enviados con anticipación llenó la habitación mientras Marco sostenía el teléfono de Abigail en sus manos. En un intento de borrar toda evidencia, eliminó los mensajes comprometedores y abrazó a Abigail, quien se movió ligeramente en sueños.

Sin embargo, la tranquilidad se desvaneció rápidamente cuando Abigail despertó con una jaqueca intensa y confusión evidente en sus ojos. Al percatarse de la situación en la que se encontraba, entre los brazos de Marco, la tempestad se desató en su interior. Entre destellos que traían fragmentos de recuerdos íntimos con Aless, su mente se llenaba de interrogantes.

- ¿Marco, qué ha pasado aquí? - preguntó ella, pero sus ojos se dirigieron hacia la figura de Aless, quien los observaba en silencio desde la puerta de la habitación.

Con las manos cargadas de un ramo de rosas rojas, las flores cayeron al suelo en un suspiro.

Aless no pronunció palabra alguna, simplemente se dio media vuelta y abandonó la escena en un silencio cargado de dolor y decepción.

- Aless - gritó Abigail, levantándose de la cama con un torbellino de emociones encontradas.

Mientras tanto, Marco se mantenía sonriente, presenciando el caos en el que se veían envueltos.

Abigail se apresuró a ponerse la ropa en la tenue luz de la lámpara, tratando de asimilar lo que acababa de suceder.

Al salir de la habitación, Aless ya no estaba. Desesperada, intentó comunicarse con él, pero su teléfono permanecía apagado, negándole cualquier forma de contacto.

Llena de indignación y dolor, Abigail confrontó a Marco, exigiendo respuestas sobre lo ocurrido. Sin embargo, la única respuesta que obtuvo fue una sinrazón de que era algo que simplemente sucedió y que ambos deseaban en ese momento efímero.

Herida y traicionada, Abigail se alejó lentamente de Marco, desvaneciéndose la ilusión de una unión amorosa duradera.

Aless, por su parte, comunicó a Máximo, el padre de Abigail, que la boda se había cancelado, sin dar explicaciones más que el simple hecho de haber conocido a alguien más y no sentir amor por Abigail. Una mentira dolorosa, pero Aless no quería manchar la imagen de su hija ante su padre.

Sin embargo, el peor golpe llegó dos meses después.

Abigail descubrió que estaba embarazada a través de una prueba casera, con el resultado evidenciando claramente que era positivo. La idea de ser madre la llenaba de alegría y esperanza, pero al mismo tiempo, el temor la invadía.

No sabía quién era el padre de su bebé, ya que ese momento íntimo, confuso y fugaz quedaba ahora envuelto en la neblina de la incertidumbre.

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