Arturo estaba en la cocina. De la heladera sacó un aperitivo para convidarle a su “visita”. Llevaba dos copas y el famoso Vino Xerez-Quina Ruiz. No sabría con qué le vendría Bartolomé. Era muy impredecible por momentos.
Llegó a la mesa. Dejó el vino y las copas. Además, puso un cenicero para que ambos pudieran fumar tranquilos.
Arturo miraba a Bartolomé. Bartolomé miraba a Arturo. La mirada de Bartolomé era amenazante y su colega lo podía percibir.
-Y… ¿cómo estuvo vuestro día? –preguntó el “gallego”.
-¿Qué carajo te pasa a vos? ¡Mierda! –Exclamó Bartolomé.
-No estoy entendiendo que os pasa.
-¿Por qué le dijiste a Nélida dónde vivía?
-Me insistió y no pude rechazar su pedido.
-¿No creés que era mejor preguntarme antes? ¡Yo no quería verla!
Arturo sabía que por detrás de todo ese enojo, había algo más. Y aunque no se lo estuviese diciendo, era evidente. Bartolomé mentía, si querí