Como era costumbre, Bartolomé estaba llegando a la casa de Filomeno en su auto. Lo estacionó en la vereda.
Filomeno lo recibió con un saludo poco gustoso y lo hizo pasar a su casa. Bartolomé creía que iban a haber más personas, pero no, estaban únicamente ellos dos, completamente solos.
-La situación se puso difícil –dijo Bartolomé.
-Así es… -respondía Filomeno.
Bartolomé podía notar la frialdad de Filomeno. Sabía que estaba inquieto, pero no podría descifrar qué le ocurría.
-Te estarás preguntando por qué te cité acá –dijo Filomeno interrumpiendo los pensamientos de Bartolomé.
-Eso creo.
Filomeno miraba con recelo a Bartolomé.
-¿Sabías que renunció el Ministro de Guerra no? –preguntó Filomeno.
-Si, lo sabía, lo leí en el diario.
-¿Sabés qué significa su renuncia?
Bartolomé quedó en silencio. Esperaba a que Filomeno le respondiese, pero ya sabía la respue