Flor Pérez
Luego de 40 minutos en auto, veo cómo llegamos a una casa. Tal como me lo imaginé, Matías, no compraría una casa en las Lomas o cosas así. Él buscó algo más mono y cómodo fuera de lo que normalmente creerían.
Cuando finalmente entramos, los 3, nos reciben con los rostros llenos de felicidad, hace casi un año que no nos veíamos.
No, porque no queramos, sino porque el lanzamiento del café gourmet, por el que tanto han trabajado mi hermano y Michael, nos tiene todo el tiempo ocupados.
- ¡Tere! ¡Amiga! ¿Cómo estás? ¡Mis amores! -dice Blanca, apenas ve cómo descienden de la camioneta mis hijos.
- ¡TÍAAA! -gritan mis chiquillos a unísono.
Ellos corren hacia ella, al final no los puede abrazar porque tiene que hacer malabares entre Gael y mis niños.
- ¡A ver préstame a este hermoso chiquitito! -digo al verla como muere de ganas por abrazar a sus sobrinos.
Michel se acerca y me quita a Gael de los brazos, yo hago un puchero, pero él literalmente me ignora.
- ¿Cómo estás, amigo? ¡Cad