No puede faltar esa noche especial en la vida de una mujer. Esa noche en la que es el centro de atención, donde se pone un increíble vestido blanco, marcha hacia el altar en brazos de su padre y jura su amor delante de Dios.
Lucy aún no puede creer que se esté casando con Jerónimo, su sueño hecho realidad: estar con ese hombre por el resto de su vida. Mientras está en su habitación poniéndose el vestido, con ayuda de Anita, mira su silueta en el espejo; su vientre abultado, ya de 6 meses, la hace ver más bella y dulce de lo que es.
—Lucy, realmente estás muy bella —dice Anita emocionada; desde que salió del hospital, la enfermera y Lucy se han hecho grandes amigas.
—Gracias, Anita, me siento tan feliz que no parece real. Creo que estoy viviendo un sueño.
—No es un sueño, amor mío —dice Jerónimo, que se escabulló por la casa y se metió en la habitación de la novia cuando sabe que no puede verla.
—¿Qué haces aquí, Jerónimo? Tú no puedes verme vestida de novia —dice Lucy, que intenta sac