Luna de miel.
Alma
Me hallé en un estado deplorable después de lo que ocurrió.
Me sentía horrible después de lo que pasó. Al despertar, estaba desnuda en esa habitación, y mi cuerpo entero dolía mucho, sobre todo mi zona íntima.
No podía dejar de llorar. No podía creer que Mauro, ese desgraciado, se hubiera atrevido a hacerme eso. Además del dolor físico, mi alma se sentía destrozada. Estaba hecha pedazos, llorando sin parar.
Me sentía completamente rota y sucia, y también culpable. Si sabía que Mauro era un criminal, nunca debería haber venido a su casa ni haber tomado esa copa de vino. Cada decisión pesaba en mí como un recordatorio de mi propia inocencia, y el arrepentimiento me envolvía como una sombra constante.
Las lágrimas seguían fluyendo sin cesar; no podía creer que aquel despreciable se hubiera atrevido a abusar de mí. Más allá del dolor físico, mi alma yacía destrozada. Era un mar de lágrimas, una mezcla de desesperación y angustia.
La sensación de estar rota y sucia era abrumadora. Ca