¡Vaya gusto tan peculiar!
—Cuando besas, no es necesario mirar la cara —dijo Manuel rascando la palma de la mano de María, hablando con indiferencia.
María: —…
Ella subestimó su descaro.
A pesar de sus palabras groseras, los labios de María se curvaron involuntariamente debido a ellas.
Dentro de la oficina, Manuel llevó a María frente a Luis y le dijo con indiferencia: —Dale el mejor tratamiento, ¡sin dejarle cicatrices!
—Uh… gracias al doctor Rodríguez por su ayuda —María, con una cara hinchada y algo avergonzada, sonrió incómodamente.
—No es nada —Luis observó el rostro de María, con una leve expresión de compasión en sus ojos, y tomó el teléfono móvil para hacer una llamada—: Lucía, por favor, tráeme una caja de pomada importada para tratar contusiones.
En un instante, una enfermera de aspecto dulce entregó la pomada a Luis, pero al irse, lanzó una coqueta mirada que pasó desapercibida por Luis, dejándola partir con cierta decepción.
—Mientras te aplique la crema, evita consumir ali