71. Solo dímelo.
Un ruido insistente, como el rasgado lento de una tela resistente, comenzó a filtrarse en el sueño de Evdenor. Primero fue un susurro lejano, luego más claro, molesto. Dio media vuelta en el jergón, buscando la comodidad perdida y el calor del cuerpo que había tenido junto a sí. Su mano palmeó el espacio a su lado, buscando la forma familiar de Eryn.
Encontró solo el vacío y la paja fría.
El pánico fue instantáneo, un latigazo de adrenalina que lo despertó por completo. Se incorporó de golpe, los ojos escaneando la cabaña con urgencia febril. El alivio, agudo y momentáneo, lo golpeó al verlo: estaba allí, en un rincón, de pie. Pero luego su mente procesó el detalle. Eryn sostenía algo. Algo que brillaba débilmente con la última luz del día.
Su daga.
El corazón, que se había calmado un poco, volvió a acelerarse, pero ahora con un ritmo diferente, cargado de sospecha y de una alerta fría.
—Eryn.
Su propia voz sonó ronca por el sueño y la desconfianza, resonando con una autoridad