Damian nunca había creído en las segundas oportunidades.

No en su trabajo. No en su vida y, sin embargo, allí estaba otra vez: con una carpeta en la mano, un nombre nuevo en el sistema y una misión que conocía demasiado bien.

Universidad Delta. Zona tres.

Nuevo entorno. Nueva historia. Mismo objetivo.

El Consejo había sido claro: “Supervisión indirecta. Sin contacto innecesario. Ella no debe recordar.”

Era una orden que ya había escuchado antes, tantas veces que había dejado de contarlas. Pero esta vez era diferente. Porque la persona a la que debía vigilar no era una desconocida. Era ella.

Años atrás, cuando todavía formaba parte de las divisiones activas del Consejo, Damian conoció a Isela en circunstancias muy distintas. Ella era un proyecto más, un experimento que debía mantenerse controlado. Él, el encargado de contener lo que no debía despertar. Pero los límites nunca fueron su punto fuerte.

Recordaba los pasillos del Instituto Central, el sonido metálico de las puertas automáti