Con paso rápido y seguro se encamina hacia el lugar de su propósito. Llega a donde es su espacio de estacionamiento y observa con detenimiento la estúpida Ducatti, se detiene frente a ella con los brazos cruzados y ladea la cabeza entrecerrando los ojos dándole una imaginan un poco diabólica. Después de un minuto, decide qué es lo que va a hacer con la bendita moto.
Con una sonrisa maliciosa llama a la grúa que los asisten a ellos, cobrándose la deuda que le debe el chófer de la grúa, lo i***a a que se junte con él en el lugar del dichoso problema.
—¿Qué pasa, nene? —curiosea el recién llegado.
—Necesito que los remolques —responde señalando la Ducatti.
— ¿Es nueva? —indaga el hombre pensó que le pertenece al morocho ya que sabe de su fascinación las motocicletas.
— Ponele —se limita a contestar—. ¿Me vas a ayudar?
—Claro —Baja el gancho y la correa para luego amarrar la motocicleta—. ¿Dónde la llevo?
—Hemm… —Piensa unos segundos y luego lanza una mirada pícara y maliciosa—. Al depósito.
—¿Seguro?
—Al depósito —asevera.
El hombre se eleva de hombros antes de salir del lugar con su grúa acarreando la motocicleta conforme el morocho lo observa con una amplia sonrisa y satisfecho por su hazaña.
—En definitiva, ella me dijo que la corriera yo mismo —murmura para sí y se echa a andar hacia su camioneta para estacionar en donde corresponde—. Me importa una m****a que sea la hija del fiscal. Que se gane su lugar —farfulla bajando de la Tahoe. Mira hacia abajo, en su cuerpo y se da cuenta del cinturón de tachas—. A la m****a —escupe sacándoselo y tirándolo dentro del vehículo.
Ya aliviado, de mejor humor, sin cinturón y conservando su gran sonrisa triunfadora, vuelve a entrar a la jefatura.
—¿Has estado con “Manuela”? —se burla López.
—Y ahora de qué carajo hablas?
—De tu sonrisa.
—No necesito hacerme ninguna paja, López.
—Y el cinturón? — interroga a Ian.
Él audido solo se eleva de hombros sin perder la sonrisa y sin dejar que las idioteces de sus compañeros lo afecten.
—Hoy tiene que ser una de esas fechas memorables —entona López. Al ver los rostros confundidos de los demás se dispone a explicar—. Hoy se ha encontrado a la primera mujer que a Medina le cae mal —esboza encantado de poder dar su explicación.
—A veces me pregunto cómo es que entras a la PFA.
—Varios nos hacemos esa pregunta —interviene Esposito.
—Jefe.
—¿Qué hace afuera de la oficina? —Ironiza Gaby.
—Solo vengo a avisarles que desde hoy tienen un nuevo compañero; Noelia Alba —Los mira con sigilo y disfrutando de sus caras—. ¿Qué pasa, Medina? ¿Ya no te quedan más burlas?
—Esa tal “Noelia Alba”, ¿es la chica vampiro?
— ¿Chica vampiro? —repite Esposito mostrando una media sonrisa—. Veo que ya la conocieron.
—Algo así —comenta Ian.
—Mejor sean amables y no me traigan problemas con la chica.
—¿Por qué es la hija del fiscal?
—No, Medina; porque es un buen agente.
—No prometo nada.
—Medina —advierte Espósito.
—Sí, jefe —articulado con sarcasmo.
Esposito lo i***a a trabajar y luego desaparece de allí encerrándose de nuevo en su oficina.
-¡Ey! —Todos se giran para ver a la “chica vampiro” apuntando con rabia y odio al morocho—. ¿Dónde está mi motocicleta?
—Me hablas a mí? —pregunta con soberbia de la misma forma que la joven lo había minutos atrás.
—Sí, a ti. ¿Qué hiciste con mi moto?
—Me dijiste que yo mismo la corriera porque estabas ocupadas, así que, eso fue lo que hice —responde con falsa inocencia.
— ¿Dónde está? —exige dando un paso más hacia él.
—En el depósito —le responde con una media sonrisa maliciosa y pedante, mirándola desde arriba; por más que tenga botas con plataformas, seguía siendo más baja que él.
—Me las vas a pagar —sisea a un centímetro de su cara.
—Hey, yo hice lo que me dijiste.
—Cuídate —amenaza antes de salir con toda la rabia del lugar.
—Por eso era la sonrisa —adivina Ian.
—Yo solo seguí su orden —Lo mira y pone cara de circunstancias—. ¿Hice mal? —pregunta llevando sus manos al pecho conforme hace morritos provocando que el rubio se carcajee.
—Es la hija del fiscal —le recuerda López.
—López, da náuseas lo chupa media que eres.
—Sabes que se va a vengar, ¿verdad? —le advierte el rubio.
—Nos convertiremos en una parodia de la guerra de los Roses.