Giacomo se inclinó y depositó un beso suave en la frente de Carmine. Ella se había quedado profundamente dormida poco después de que se llevaran a su hija para hacerle una revisión completa. Era natural que estuviera exhausta después de todo el esfuerzo que había hecho.
Había creído que no podía amarla más de lo que ya lo hacía, pero estaba equivocado. Verla luchar para dar vida a su hija hizo que sus sentimientos hacia ella se profundizaran aún más.
Una sonrisa cálida se dibujó en su rostro al pensar en su pequeña bebé. No había conocido ser más hermoso y perfecto que su hija. Una sola mirada a su hija le bastó para saber que sería capaz de dar hasta su propia vida por garantizar su felicidad. Y ese pensamiento le había tranquilizado. Durante mucho tiempo, había temido ser como su padre. Sin embargo, en ese instante, supo con certeza que no era para nada como él. Jamás sería capaz de hacer algo que pudiera lastimar a su hija.
Con cuidado de no hacer ruido, se levantó y caminó hacia la