Giacomo abrió la boca con desgana cuando Carmine le acercó la cuchara. Al probar la comida, hizo una mueca de desagrado. Nada le parecía más insípido que la comida de hospital, y después de tantos días allí, le gustaba cada vez menos.
—Daría cualquier cosa por comer algo diferente.
—Pobre bebé —se burló Carmine, ofreciéndole otro bocado—. Te prometo que en cuanto estés mejor podrás comer lo que quieras, hasta entonces es mejor seguir las indicaciones del médico.
Giacomo ni siquiera intentó discutir, sabiendo que sería inútil. Carmine podía ser más estricta que médicos y enfermeras juntos. Desde que había despertado, ella se había asegurado de que cumpliera cada indicación médica al pie de la letra, y cuando no estaba presente, las enfermeras no dudaban en mencionar su nombre para mantenerlo a raya.
Todos parecían encontrar gracioso que siguiera las órdenes de su "esposa" sin rechistar. Sin embargo, él no tenía intención de desafiarla, por muy aburrido que estuviera de estar hospital