Capítulo 54. Profecías
Alina entró en la habitación en silencio. La vela que había dejado encendida sobre la mesa de noche había reducido su llama a un hilo tembloroso. Devon dormía boca abajo, con el brazo extendido hacia el lugar vacío que ella había dejado en la cama. Por un instante, se quedó mirándolo, preguntándose cómo decirle lo que había descubierto.
El crujido del piso hizo que él abriera los ojos de golpe, alerta como siempre.
—¿Dónde estabas? —preguntó con voz ronca, incorporándose sobre un codo. Su mirada era intensa, como si quisiera atravesarla.
—No podía dormir —dijo ella con calma, aunque su corazón latía acelerado—. Bajé a la biblioteca.
—¿A la biblioteca? —Devon se sentó en el borde de la cama, frunciendo el ceño—. Alina, son casi las tres de la madrugada. ¿Qué estabas buscando?
Ella tragó saliva, apretando el papiro que llevaba en las manos.
—Encontré algo… algo que creo que deberías saber.
Se acercó y se lo tendió. Devon lo tomó con un gesto desconfiado, desenrollándolo sobre sus rodil