Capítulo 130. El príncipe y la princesa
El sol de la mañana entraba con suavidad por los ventanales de la gran sala, iluminando los tapices bordados y las alfombras que habían sobrevivido a generaciones. La luz dorada resaltaba cada detalle del mobiliario antiguo, pero también parecía destacar la quietud que reinaba en el castillo después de los recientes acontecimientos.
Alina estaba recostada en la cama, cubierta con una manta ligera, cuando escuchó los pasos firmes acercándose por el pasillo. Su corazón dio un pequeño brinco; reconoció la cadencia de la caminata, segura y solemne.
—Devon —susurró, incorporándose ligeramente—. Parece que alguien nos busca.
Él asintió, observando la puerta mientras esta se abría con un lento crujido. Matilda apareció en el umbral, su porte majestuoso y la mirada penetrante llenando la habitación con una autoridad tranquila. La anciana mujer era una figura que había inspirado respeto desde que Alina la conocía, y su sola presencia traía consigo un peso de historia y sabiduría.
—Buenos días