Capítulo 127. En las sombras
La sombra de la noche se extendía sobre el bosque más allá del castillo mientras Ariel yacía oculto entre los árboles, su respiración entrecortada y su cuerpo dolorido tras el combate con Devon. La sangre todavía manchaba su rostro, y la cicatriz que recorría su mejilla parecía arder con cada latido. El mundo parecía desvanecerse a su alrededor; la victoria de Devon era evidente, y sin embargo, él seguía con vida gracias a la astucia y al cuidado de alguien que había llegado justo a tiempo.
Un susurro suave se acercó desde la penumbra.
—Ariel… —dijo una voz conocida, cargada de preocupación y cariño—. No puedes quedarte aquí.
Ariel levantó la vista y vio a su amante, un rostro familiar que reflejaba tanto miedo como determinación. Sin palabras, ella se acercó y le ofreció la mano. Su mirada era un faro en la oscuridad: alguien que creía en él cuando parecía que todo estaba perdido.
—Tienes que venir conmigo —susurró ella, mientras lo ayudaba a levantarse—. No puedes enfrentarte a ello