Cheek to cheek, versión de 1956, de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, comenzó a sonar, y Kane frunció el ceño, preguntándose cómo demonios su nueva esposa conocía una canción tan vieja. ¿Eso era normal en alguien de menos de treinta años?
Pero ella le tomó la mano y lo jaló hacia la pista de baile sin importarle nada.
Era raro, ¿por qué se comportaba de esa forma ahora, cuando solía despreciarlo?
Al llegar a la pista, ante la atenta vista de todos, ella se acercó y le susurró al oído, con expresión pícara:
—Ya que me defendiste, tenemos que pretender ser una pareja enamorada, ¿no? Ahora estamos en una escenario donde echaste a los malos y tienes que ser el héroe, ¿entiendes? Tienes que asegurarte de dejar una profunda buena impresión.
—¿Hablas en serio?
La sonrisa de Brianna se amplió, y un brillo juguetón cruzó sus ojos.
—Marketing, querido. Si lo aplicas en tu vida diaria también te será provechoso. Además, bailar no te hará mal.
El rubio la miró, y pasó de la sorpresa a la compren