GEMA
Leonardo y yo caminamos de regreso por los pasillos vacíos de la Orden, el silencio solo interrumpido por nuestros pasos. Por un instante, todo lo demás desaparece: el mundo se reduce a nosotros dos, a la cercanía de su presencia, a la tensión que todavía parece flotar en el aire.
Mi mente está en completa ebullición. Repaso todo lo que ocurrió en la discoteca, cómo sus palabras siguen resonando en mi cabeza: “¿Y no la tengo?…” y el vacío que sentí al separarnos de repente, justo cuando los demás aparecieron
No puedo evitar darme cuenta de lo evidente: hay algo entre nosotros. Estoy harta de negarmelo a mí misma. Lo deseo, y creo que él también me desea. No podemos seguir así, atrapados en esta tensión silenciosa. Necesito saber qué siente realmente… necesito hablar con él.
De repente, me detengo. Mis pies se plantan firmes en el pasillo, y siento cómo Leonardo frena unos pasos después de darse cuenta. Se gira hacia mí, con esa mirada intensa que parece leerme sin esfuerzo.
—¿Qué