LEONARDO
La tensión en la sala se vuelve espesa, casi palpable. Estamos los cinco allí: Gema, Kain, Bel, yo… y el Sombra, que ahora tiene su sonrisa torcida congelada en los labios.
Kain da un paso al frente, dejando caer el cuerpo del verdadero del Sombra delante de él con un golpe seco. Después, sin avisar, apoya una de sus garras—una enorme garra— justo en la yugular de su cuerpo ‘dormido’ o como lo llame.
El Sombra arquea una ceja intentando parecer indiferente ante la amenaza silenciosa del hombre lobo y mira a las mujeres y les sonrie—yo me tenso y aprieto la mandibula en un gesto duro para que le cale—, no me gusta como mira este idiota a Gema.
La sonrisa del Sombra titubea. Por primera vez, sus ojos muestran algo parecido a inquietud…aunque solo por un segundo porque luego, en un parpadeo, vuelve a su máscara arrogante.
—Qué brusco… —susurra.
El Sombra desliza la mirada hacia las mujeres, que están sentadas en el sofá de dos metros, y sonríe con descaro.
Otra vez, este idiota