CAPÍTULO 40

POV SEBASTIANO

El silencio en el almacén era pesado, roto únicamente por los quejidos de los hombres atados frente a mí. Mis nudillos ardían, manchados de sangre seca, pero no estaba satisfecho. Aún no habían dicho lo suficiente, y la paciencia no era precisamente mi mejor cualidad.

El sonido del teléfono interrumpió el silencio en el almacén. Mis nudillos estaban manchados de sangre, la camisa desordenada, y los gritos de los hombres frente a mí se mezclaban con el eco de mi respiración controlada. Saqué el móvil del bolsillo, viendo el nombre de Ricardo parpadear en la pantalla.

Contesté al instante, con una mezcla de molestia y alerta en mi voz:

—¿Qué pasa?

Del otro lado, la voz de Ricardo llegó tensa, casi con una pizca de nerviosismo que no era habitual en él.

—Jefe, es Mia.

Mis dedos se tensaron sobre el teléfono, y el corazón se detuvo por un segundo.

—Habla claro, Ricardo.

—Está en el hospital… alguien la atacó.

Sentí como si un puñetazo me hubiera alcanzado en el estómago. Mi
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