CAPÍTULO 113

POV SEBASTIANO

El reloj en la pared avanzaba lento, como si se burlara de mí.

Segundo a segundo.

Golpe tras golpe de desesperación en mi pecho.

El sonido de los monitores, el murmullo de los asistentes del médico, el olor a sangre y alcohol medicinal… todo me resultaba insoportable.

Pero lo peor era la espera.

No aparté los ojos de Mia en ningún momento.

Su piel estaba demasiado pálida, sus labios demasiado secos. No se movía. No reaccionaba.

Joder, ni siquiera parecía respirar.

Mis dedos se aferraron a los bordes de la camilla.

No la perderé.

No me importa lo que tenga que hacer. No me importa a quién tenga que matar. No me importa si tengo que vender mi alma.

Pero no la perderé.

—Sebastiano…

Dario estaba junto a mí, con el rostro tenso. Sus ojos recorrieron a Mia, la máquina que pitaba con cada latido débil, la sangre que aún empapaba su ropa.

—¿Y el bebé? —gruñí, sin mirarlo.

El médico se detuvo un segundo.

El silencio se sintió como un disparo directo a mi pecho.

Y luego…

—Estamos
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