—Mi pequeña… No sabes como quería hacer esto el día que nos vimos en casa de Piero. —La voz de Catalina se quiebra y sin perder más tiempo, besa mi mejilla para después envolverme entre sus brazos.
Cierro los ojos y apoyo mi rostro sobre su hombro, mis brazos corresponden el gesto. Su piel huele a rosas y su cabello es suave.
—Mi pequeña, todo estará bien. —Acaricia mi espalda con ternura.
—Señor. —Piero saluda a alguien y baja la cabeza con respeto.
Catalina me libera y voltea hacia su compañero de baile; el hombre me dedica una mirada confundida y brillosa, es como si quisiera llorar y eso lo pusiera de malas. Me ve de arriba abajo, tal vez detectando lo deplorable de mi semblante pese a todo el maquillaje.
—Es nuestra pequeña —dice Catalina y lo abraza por el torso.
Entonces caigo en la cuenta, él es mi padre