—Cariño, cámbiate el uniforme ya vamos a comer. —Le sonrío a Misha y de nuevo me parte el corazón verla así de triste.
Cierra sus cuadernos, los quita de la mesa y los deja sobre el sillón. Sus pequeños pies la llevan desganada hacia las escaleras; su sonrisa ha desaparecido y su actitud cabizbaja arde en mi pecho. Me dan tantas ganas de buscar a Nikolai y golpearlo; podrá sacarme de mis casillas, pero que con mi hija no se meta.
—Se fue a comer con ella —digo la información sin contemplaciones, ruda y áspera.
—¡¿Qué?! ¡Dime que es una broma! —Regi se acerca más al teléfono, su voz se distorsiona.
—No es broma, ella insistió en ir a comer, quería hablar de algo muy importante. —Que complicado es no poder decir la verdad.
—¿Qué puede ser tan importante como para dejar a tu hija y tu esposa solas? —pregunta Kony molesto.
—¿Sabes de lo que iban a hablar? —pregunta Regi.
Me quedo en silencio, no puedo explicarles que se trata de un