Eran las ocho de la mañana cuando Sídney salía del cuarto de baño enrollada en una toalla mientras se secaba el pelo con otra. Escuchó que llamaban a la puerta, se acercó a ella y la abrió. Daniel estaba allí de pie, la tomó del brazo y la arrastró al pasillo después de cerrar la puerta.
—Buenos días —dijo él y unió sus labios a los suyos sin darla tiempo de contestar. La estaba besando con ansias, como si llevara una eternidad sin hacerlo. Sídney lo tomó por el pelo atrayéndolo más él.Escucharon un carraspeó y tuvieron que verse obligados a separarse para ver a Nicolás allí de pie. —Siento interrumpiros, pero… —indicó el reloj que llevaba en la muñeca. Sídney se dio cuenta de que tanto él como Daniel estaban arreglados.—¿Vais a alg