LAURA
Habían pasado semanas desde la última vez que hablé con mi padre sobre Bryan. Esta vez, no podía evitar sentir que la conversación sería diferente.
Mi padre me había citado en su estudio, un lugar que siempre había sido testigo de nuestras charlas más importantes. Al entrar, lo encontré sentado detrás de su escritorio, con una expresión seria pero comprensiva.
—Siéntate, Laura —dijo, señalando la silla frente a él.
Obedecí, sintiendo cómo mis manos se entrelazaban nerviosamente sobre mi regazo.
—¿Qué sucede?
—¿Has hablado con Bryan otra vez?
—No, la última vez que hablamos se portó muy grosero, hiriente y me exiguo que lo deje en paz, que no lo busque más porque quería olvidarse de mí.
—Bryan no ha estado bien últimamente. Ha estado distraído en el hospital, incumpliendo con sus funciones. Incluso lo he visto llegar ebrio algunas veces. Parece que ha perdido el rumbo, y no sé cómo ayudarlo. Ha cambiado, y no para bien. Parece que ha perdido la motivación, como si su futuro se le