Capítulo 46

Ariana lloró toda la tarde de ese día. Una sensación de vacío se apoderó de ella. Ver a su amiga con el cuerpo maltrecho y dolorido significaba una verdadera tortura.

Al día siguiente, en su cabeza repasó uno a uno los pasos a seguir. Hizo de lado su desconsuelo. Toda su concentración se la llevó la próxima visita de Frida Falkenberg.

Cada hora transcurría lenta, eterna. El peso de la ansiedad le oprimía el pecho.

A las ocho de la noche, Axel apareció en la entrada de la casa. El corazón de Ariana retumbó en sus oídos. Se incorporó de golpe del sofá de la estancia al verlo.

—¿Qué? —Con los brazos cruzados, Axel se recargó en el marco de la puerta.

—Nada... —Empuñó la mano y agachó su vista.

Él se quitó la chaqueta de cuero negra, acortó la distancia y la tomó por la barbilla con delicadeza.

—Eres pésima a la hora de mentir.

Su tacto, suave, aumentó sus nervios. Esa afirmación hizo que sus latidos, ya descontrolados, se intensificaran aún más.

»Mírame, ¿y dime qué me ocultas? —su voz a
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