De nuevo en la sala, frente a uno de sus trabajadores. Axel luchaba internamente con la decisión de tomar el fármaco o no.
―¿Algún otro pedido, señor? ―El hombre de tez morena clara se acomodó rígido en el sofá.
―Tú le dijiste a mi padre sobre la medicación ―lo acusó.
El hombre se apresuró a negar con la cabeza.
―Jamás lo traicionaría —le juró con labios tensos.
―Más te vale. Sírveme una copa de vodka, Leonardo.
El trabajador fue hasta la licorera e hizo lo que Bianchi le pidió.
El rubio, con el vaso de vidrio en la mano, olió el líquido. Tomó un sorbo y después sacó una cápsula del paquete de pastillas, metiéndosela en la boca.
―No creo que sea correcto mezclar medicamento con alcohol —dijo, y al sentir la intensa mirada de su jefe, tragó saliva.
―¿En qué momento te pedí tu opinión? ¿Quién creen que son para venir a mi casa y darme órdenes?
―No, no le di ninguna orden, señor. Tiene razón, no volverá a pasar.
Axel sacó otra pastilla y se la metió en la boca.
Su subordinado obs