Capítulo 2. Dos años después del accidente...

M A X I M I L I A NO

—Señor Rogers, el auto está listo. —Levanto la mirada al escuchar la voz de Marco, está de pie frente al escritorio con sus manos al frente y entrelazadas.

—Ya estoy terminando—miro la hora y puedo sentir como mi corazón se acelera— ¿Estamos a buen tiempo? —Marco arquea una ceja sorprendido. Asiente lentamente luego baja la mirada a su reloj.

—Tenemos diez minutos extras, por si quiere...—duda en seguir y el sonrojo llega a sus mejillas—usted sabe. Asiento en silencio. Me levanto de mi silla con cuidado, tomo mi americana y le entrego mi maletín, salimos del edificio, el auto espera con Scott y la puerta abierta. Entro y me acomodo en el asiento, estoy nervioso. Marco se reincorpora en el tráfico de Washington, el clima es agradable y las nubes amenazan con estropearlo.

Tomo mi móvil y llamo a mi madre.

—Hijo, ¿Ya vienes? —suena demasiado ansiosa.

—Si. Solo llego y te entrego la documentación para que la firmes—Suspira.

— ¿No puedo persuadirte de que te quedes a cenar con nosotros?

—Sabes mi respuesta.

— ¿Algún día nos vas a perdonar? —Me quedo en silencio, aprieto el puente de mi nariz, no quiero despertar el dolor del pasado.

—Solo te entregaré la documentación, necesito tu firma...—El silencio invade nuestra conversación. Vuelve a suspirar.

—Está bien. Solo diré que te amamos, lamentamos lo que ha sucedido hace dos años atrás, si pudiera regresar el tiempo atrás, créeme hubiera actuado diferente.

—Él hubiera lamentablemente no existe. Llego en veinte minutos.

—Está bien, te espero—dice finalmente rindiéndose.

Termino la llamada, miro hacia el frente y el corazón late frenético. El Bentley llega a su destino. Encuentro la mirada de Marco por el retrovisor, quien ha terminado de hablar por su móvil.

—Me han confirmado que sigue adentro. —asiento sin decir nada. Miro mi reloj muy nervioso, la garganta se seca, el pulso se acelera mucho más. Cierro los ojos e intento tranquilizarme, «Toma el control, Rogers» agarro aire y lo suelto despacio. Levanto la mirada y me concentro en el lugar, el restaurante.

Y antes de que otro pensamiento llegue a mi mente, ella aparece. Hermosa, radiante y sana. Su cabello castaño cae por encima de sus hombros, viste unos pantalones ajustados, camiseta gris con el número 12 en números grandes centrado en la parte delantera y sus convers. Está hablando con alguien, pero no puedo mirar con quien, ya que la gente que transita en ese momento por la acera se cruza, ella mira hacia nosotros por breves momentos y siento como su mirada atraviesa el auto.

— ¿Ella nos puede ver? —pregunto nervioso.

—No. He tintado los vidrios como usted ha ordenado y el resto de la flota.

— ¿Y la gente que...? —no termino la pregunta cuando ella se acerca a la acera. Mira a su alrededor y luego regresa su atención a la mujer que acaba de aparecer a su lado.

—Es Katherine Sullivan—informa Marco al notar mi curiosidad.

—Gracias.

Sigo observándola, se cruza de brazos y sigue conversando animada con la rubia a su lado. Su sonrisa se ensancha y comienzan a caminar hacia nosotros. Es la única forma de poder mirarla desde mis sombras y en silencio.

—No se preocupe, no pueden vernos. —Dice Marco al tiempo que mira que me recargo bruscamente al respaldo de mi asiento y puedo apostar que hasta Scott ha dejado de respirar.

Pasan de largo entretenidas en su conversación. Suelto el aire y dejo caer mi cabeza hacia atrás.

Cada vez que la miro me quedo un poco tranquilo.

—Vamos, mi madre me espera—sé que sueno derrotado.

Mi giro para intentar alcanzar a mirarla de nuevo, pero ella se ha marchado y como cada vez que tengo la oportunidad de mirarla, mi corazón se estruja del dolor por no tenerla a mi lado.

***

Las puertas de hierro forzado se abren cuando el auto está llegando, Marco entra sin detenerse. Cruzamos el gran jardín y la fuente de piedra que adorna la mansión. Se estaciona a un lado del BMW blanco de mi hermana Lauren y me doy cuenta de que del otro lado está el mercedes de Ian.

—Mejor estaciona en la entrada, solo bajaré unos momentos no voy a tardar.

—Sí, señor Rogers—enciende de nuevo el auto y se estaciona a unos cuantos metros de la entrada. Con cuidado subo las escaleras de piedra, arreglo mi corbata nervioso, me detengo frente a la puerta y repaso lo que diré y el tiempo que me voy a tardar, sin tocar el timbre o una invitación entro a la casa de mis padres. Las voces van incrementando cuando más avanzo hasta el comedor, al llegar mi madre nota mi presencia, sus voces callan.

Mi madre abre los ojos por la sorpresa de estar ahí sin antes llamar, se levanta a toda prisa y se acerca a mí.

— ¡Hijo, ven, toma lugar! —suena emocionada. Niego al mismo tiempo que repaso la mesa con vista de ojo de águila.

Mi padre Ernest de un extremo de la mesa, mi hermana Lauren de un lado y mi hermano Ian frente a ella. Los tres están en silencio.

—Gracias, madre, solo revisa y firma, necesito irme.

Ella suspira nostálgica.

—Vamos al despacho—sin decir más, camino detrás de ella. Entramos y le entrego la carpeta, mis dedos aflojan la corbata al sentir ansiedad. Ella rodea el escritorio y se sienta en la silla, abre la carpeta, la hojea rápido y levanta su mirada hacia mí— ¿Estás seguro? —asiento en silencio. Han pasado dos años desde el accidente y lo único que quiero en estos momentos es volver a tener todo el control de mi empresa, he comprado las acciones de todos, en estos momentos solo falta el 20% de las acciones de mi madre. ¿Cómo no podría estar seguro? ¡Es mi empresa, yo la levanté de la nada y por ser mi familia la hice parte de ella! Suelto el aire cargado de frustración. Ella toma una pluma, empieza a firmar todos los papeles. Al terminar cierra la carpeta y la desliza hacia mi dirección. La tomo y antes de volverme hacia la salida del despacho, ella me detiene. —Necesitamos hablar—arrugo mi ceño. Niego en silencio, ninguna palabra sale de mis labios. No quiero pelear de nuevo con ella.

—Tengo que irme—ella suaviza su rostro y sonríe. ¡No, no sonrías, maldita sea! Pongo los ojos en blanco, ella ríe y tira de mi brazo para que tome asiento en el sillón de la sala que se encuentra dentro del despacho. Tomo asiento y ella se sienta a mi lado, me mira en silencio, como si estuviera pensando lo que dirá a continuación, ruego dentro de mí a todos los santos por haber que no toque el tema de mi pasado, el accidente. No quiero romperme ni mostrar lo que cargo por dentro.

— ¿Cómo has estado? —su pregunta me sorprende.

—Bien, ¿Y tú? —respondo nervioso. Sé que hay algo por ahí escondido preparándose para salir atacarme y ahogarme en la oscuridad.

—Bien, preocupada por mi hijo—arrugo mi ceño. ¿A qué viene eso?

—Tengo entendido que tú hijo Ian se encuentra bien, al igual que Lauren—ella niega con una hermosa sonrisa en sus labios.

—Sabes a quien me refiero. ¿No te has cansado de alejarte de nosotros? Por qué yo desde hace casi más de dos años que sí.

—No empieces madre. —me pongo de pie y comienzo a caminar por el despacho. Intento no romperme, no gritarle todo lo que tengo dentro de mí.

— ¿Dónde está tu bastón, Maximiliano? —me detengo. ¿Cómo sabe que uso bastón?

—No sé de qué...—se levanta bruscamente como si el demonio se le hubiese metido en el cuerpo. Sus ojos centellan de furia.

— ¡Basta! ¡Basta de esconderte! ¡De fingir! ¡A ti te duele, a nosotros mucho más! ¡He perdido a mi hijo pequeño! ¡Y no te atrevas a ocultarme lo del bastón! —señala con el dedo índice en mi dirección.

— ¡No me escondo! —replico furioso pasando mis dedos por mi cabello. (Un tic de frustración) Lo había dejado en el Bentley, no me gustaba usarlo, pero mi rodilla no había quedado del todo bien, solo cuando no soportaba el dolor, lo usaba.

— ¡Si te escondes! ¿Crees que por ocultar el bastón me hará pensar que estás bien? ¡No estás bien! ¡Soy tu madre, Maximiliano Rogers!

—Y cuando más te necesité, ¿Dónde estabas, madre? —digo en un tono bajo cargado de ira. Ella abre sus ojos como platos, sus hermosos ojos grises se cristalizan.

—Eso no es justo...—me responde con el nudo en su garganta.

— ¿Y para mí sí? ¿Sabes el dolor que me causó el que mi propia familia rechazara a Mila? ¿Todo lo que hicieron para alejarnos? ¡Dime! ¿Dónde estaba la madre amorosa, la madre que apoyaba por sobre todas las cosas a sus hijos?

—Yo... —detiene sus palabras, las lágrimas caen finalmente, sus labios tiemblan y lo intenta ocultar.

—Yo la amaba con toda el alma y no tienes idea del daño, la ira, el odio que cargo desde entonces—susurro con dolor, ahora mis lágrimas amenazan con salir.

—Ella...—levanto el dedo índice en dirección a ella para detener sus palabras.

— ¡No te atrevas a hablar mal de ella y mucho menos delante de mí! —grito furioso. Necesito irme de aquí.

—Maximiliano, por favor—me alcanza a tomar mi brazo. No la miro, sigo con la mirada en la puerta del despacho.

—Nunca entenderás nuestros motivos. —me giro para mirarla.

—La felicidad de tu hijo debió haber estado por encima de esos motivos, ahora...—cierro los ojos con ira y al abrirlos la miro detenidamente y pongo la mano sobre la suya—… ¿Valió la pena esos motivos? ¿Vale la pena ver a tu hijo muerto en vida? ¿Sin el amor de su vida? ¿Hundido en las sombras y destruido? —alcanzo su mano y la suelto del agarre lentamente.

—Ahora lo sé, cariño, y no me cansaré de pedirte perdón—se cubre su boca para callar un jadeo por su llanto.

—Lamentablemente no hay vuelta atrás—camino a la puerta y antes de salir me detengo. —Esto es lo que queda de tu hijo pequeño, un hijo destruido por su propia familia y tendrás que vivir con ello el resto de tu vida—Cierro la puerta detrás de mí, acelero el paso para evitar cruzarme con el resto de la familia. Al salir, Marco abre la puerta y entro por fin, acaricio mi rodilla al sentir las punzadas de dolor.

—Vámonos. No quiero estar más tiempo en este lugar...—Marco sale de la mansión, dejando todo lo que una vez amé...

A mi familia.

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