ADELAIDA:
La emoción invade cada fibra de mi ser y sin darme cuenta las lágrimas ruedan por mis mejillas.
—Mi pequeña… Eres toda una mujer…
Susurra ella acercándose a mí y yo camino hacia la mujer que me dió la vida y la envuelvo en mis brazos.
—Mama… Eres tú.
Susurro con la voz quebrada y ella me abraza haciendo que sienta su amor incondicional.
—Mi niña… No sabes cuánto me alegra poder volver a verte mi amor.
Sus brazos hacen que me separe para ella observarme sin dejar de llorar de felicidad, y acaricia mi mejilla limpiando mis lágrimas.
—Eres tan hermosa.
—Tu igual, te miras tan joven… Parecemos hermanas.
Sonrío sorbiendo mi naríz y mi madre vuelve a sonreír.
—¿Joven? Pero si ya me harás abuela.
Dice con una sonrisa mientras toca mi vientre con amor y cariño.
Vuelvo a llorar y ella me envuelve en sus delgados brazos mientras me acaricia con suavidad y cariño.
Luego del encuentro con mi madre no me he separado de ella y aquí estamos reunidos en la habitación.
—A ver