Demetrius detuvo el beso, miró a los ojos de Marina, aún sus miradas estaban ardiendo de deseo.
—¿Qué haces aquí, Marina?
Ella miró atrás, pero esos hombres ya no estaban ahí.
—Yo… ¡Estaba siendo perseguida!
Él arrugó el ceño.
—¿Perseguida? ¿Por quién? —exclamó con ojos severos
Marina hundió la mirada, pensó en decirle todo, y tuvo miedo.
—No lo sé…
Demetrius la miró con intriga.
—¿Acaso es un pretexto para estar cerca de mí?
Ella le miró incrédula.
—¿Qué? ¡Oh, claro, porque estoy muerta de amor por ti, y necesito toda tu atencion! —exclamó irónica
Él sonrió.
—Justo es lo que pensé, no lo niegues, me besaste, me llamaste amor, no puedes negar lo obvio.
Ella intentó liberarse de su agarre, pero él lo volvió más fuerte.
—No irás a ningún lado, vamos a despedirnos del socio japonés, y podemos irnos de aquí juntitos a un lugar privado.
Ella alzó las cejas, sorprendida.
—¿Lugar privado?
Él esbozó una sonrisa de lado, y ella se sintió tranquila de estar junto a él.
Pronto,