Clarissa notó la mirada de Giulia, pero solo levantó los ojos y la vio con apatía. Para ella, todo era ridículo. Giulia, la mujer que había destruido su matrimonio y le había quitado a su esposo, ¿qué derecho tenía para mirarla de esa manera tan despreciable?
Guardó su certificado de divorcio y levantó un poco su vestido mientras caminaba a la salida.
Los reporteros, como si hubieran olido la sangre de su presa, se amontonaron enseguida, con los micrófonos casi chocando contra su cara y los flashes de las cámaras iluminando todo a su alrededor.
— Clarissa, ¿qué piensa sobre su divorcio con Luca? — preguntó primero un reportero de cierta edad, con un tono de duda.
— ¿Es cierto que Luca se divorció de usted por haber obligado a Giulia a no tener el bebé? ¿Puede confirmarnos esta versión? — insistió otro, más joven, con una pregunta más directa.
— Clarissa, ¿por qué odia tanto a la mujer que tenía al hijo de su esposo? ¡Responda algo por favor! — dijo otro, el de gafas, con una