Clarissa dejó el ramo sobre la mesa y se le salió una sonrisa del alma. Había algo especialmente tierno en esos labios.
Aunque había olvidado que era San Valentín, eso no significaba que no le importara. Ver a otras personas recibir regalos sí le causaba algo de envidia, aunque no era el tipo de mujer que haría una escena por eso frente a Giovanni.
Lo que no esperaba era que aquel hombre, siempre tan serio y frío, hiciera algo tan romántico.
Respondió la llamada con una voz visiblemente más suave:
—Recibí tus flores, son preciosas. No pensé que harías algo así... Creí que habías olvidado qué día era.
Pero después de hablar, Giovanni guardó silencio.
Su voz, grave e intensa, habló con enojo:
—¿Qué hombre te mandó flores?
Clarissa se quedó perpleja. Justo entonces sintió que alguien tiraba de su manga. Al levantar la vista, vio a Vittoria mostrándole la tarjeta del ramo, murmurando en silencio que debía leerla.
«Te debo una disculpa por lo que pasó. Espero puedas perdonarme.»
Estaba firm