—Me gustan tus ojos —Nicolás se inclinó, sonriendo, y le dio unas palmadas en la cara a Giovanni. Pero, en el fondo, no había amor, solo una indiferencia mortal.
Lo observaba como si estuviera viendo qué tanto podía aguantar, como si quisiera medir si todavía se aferraba a algo.
Solo pensar en eso le daba ganas de aplastarlo. Quería que se volviera como él, que se hundiera poco a poco.
Giovanni giró la cara para alejarse de su mano, pero Nicolás no dijo nada. Solo le apretó los hombros con fuerza. Las rodillas de Giovanni sangraban a chorros. Era muy chiquito para aguantar algo así, pero aún así, sonreía y aplaudía.
—Te vas a volver como yo —dijo Nicolás, mirándolo, con esa mezcla de burla y desprecio.
—Tarde o temprano vas a ser igual que yo.
Giovanni lo miraba serio, sin abrir la boca, como si no lo creyera con el derecho de escuchar una sola palabra salir de su boca.
Nicolás se volvió a reír. Volteó hacia su asistente, Jorge, y con un tono pesado dijo:
—Vigílalo. Cuando se coma esos