Al escuchar ese nombre, Silvia no pudo evitar mirar detrás de Marie, pero ya no había ni rastro de Clarissa. Suspiró, con un toque de tristeza, aún preocupada de que su hijo terminara enamorándose de ella. Cualquier otra mujer estaría bien, pero Clarissa no. Después de todo, ella ya había estado casada.
Pensando en lo mucho que Araceli se parecía a Clarissa, y sabiendo que Giovanni prefería ese tipo de mujeres, Silvia no pudo evitar pensar que tal vez realmente podría interesarse en Araceli.
Viendo que Silvia estaba pensativa, Marie aprovechó el momento para irse, buscando una excusa.
Cuando Silvia regresó a la habitación, no se había dado cuenta del humo del cigarro hasta que entró y vio la nube de humo.
Silvia miró a Giovanni y, molesta y cansada, le dijo, con una mirada penetrante:
—Giovanni, apaga eso, por favor. Mira, toda la habitación está llena de humo, no te pases.
Giovanni, con el cigarro entre sus dedos, exhaló una nube de humo y se levantó para irse.
—¿A dónde vas? —pregun