Marie Johnson
Atravesamos el aeropuerto para ir hasta donde nos espera su chófer para llevarnos a casa. No hemos hablado desde anoche que me pegó. Es un imbécil y yo una idiota. Hasta aquí toda ésta mierda, desde que llegue a casa voy a trabajar para pagarle su dinero y no tener ningún compromiso con él.
Es un idiota, un maldito idiota. Se cree mi dueño por el simple hecho de hacerme suya y prestarme un dinero.
—Recuerde señorita que tiene una deuda conmigo y que debe trabajar para mi —dice en mi oído.
Me estremezco y no digo nada. Lo odio. El camino es incómodo y aunque él ha tenido unas que otras llamadas de negocio incluyendo la zorra de Katherine.
El chófer se estaciona en mi casa y se baja para abrirme la puerta y buscar mi maleta.
—Mañana a las 8 en mi oficina, señorita —dice sin mirarme.
¿Será que no se acuerda que no