Caí en brazos de ambos, quizás fue muy apresurado hacerlo ya que segundos después recordé a mí niña en brazos, al menos la delicadeza que no tuve yo en su momento la tuvieron papá y mamá, quienes me abrazaron y de inmediato soltaron palabras de cariño hacia mí persona.
—Estás hermosísima, hija mía. —Hablo mi mamá, su tacto dio en mis mejillas y por alguna razón, fue frío. No tardé en entender, la muerte tocó su puerta o le llegó de forma inesperada, al menos en esta ocasión sí tuvo la fortuna de ser reconocida, supongo que papá se dio cuenta rápido de su presencia en el reino del inframundo.
—Gracias mamá. ¡Vengan, sientense! —La invitación, aceptada por mis acompañantes, quienes se dirigieron de inmediato a la mesa en donde permanece aún ese desconocido de aura familiar.
Tomé una silla con mi mano, faltaba una para poder ir junto a ellos. Se me fue arrebatada de inmediato por Moros, quien me miró con una sonrisa y me obligó a sentarme, todo eso acompañado de la mítica frase “anda a d