Emma, Aun te Espero.
Emma, Aun te Espero.
Por: Letavia Zartebi
¡Que hermosura!

El sol brillaba con intensidad, reflejándose en los rascacielos que se alzaban imponentes, como testigos mudos del ajetreo diario de la ciudad. Simón manejaba con destreza, pero su mente vagaba entre pensamientos y recuerdos. El paisaje urbano se deslizaba a su alrededor, pero su atención estaba centrada en la carretera y en los acontecimientos pasados que habían sacudido su vida, sabia con certeza que seguramente en su despacho encontraria hoy la propuesta para la campaña de la dolorosa navidad. Las luces del tablero del coche parpadeaban, interrumpiendo sus pensamientos, anunciando la llegada de una llamada entrante.

Con un suspiro, ajustó su postura en el asiento y pulsó el botón para responder, sin anticipar la inesperada alegría que encontraría al otro lado de la línea.

- ¿Alo? La voz de Laura irrumpió en el silencio del coche, y Simón, que había estado perdido en sus pensamientos, sonrió al reconocerla

- ¡Te ví!, Te vi! ¡En el matinal! ¡Eres un imán para las cámaras, ¡pero que hermosura!.

Simón sonreía mientras escuchaba a su hermana por altavoz.

- ¿Cómo están todos por allá?

- ¿por acá?, todo igual, ya están casi terminadas las cabañas, creo que en enero será su inauguración ¿y tu? ¿vendrás en Navidad este año?.

Simón nunca celebra Navidad, al escuchar la mención de la Navidad, sintió un nudo en el estómago. "Lo pensaré", respondió con cautela, pensando en las sombras que aún oscurecían esos días festivos. en una de ellas perdió a sus padres, la tía que los terminó de criar siempre reunía a los hermanos en las festividades pero ahora que ella no estaba, para Simón ya no tenía sentido.

- mmmm, creo que trataré de asistir, sino tengo trabajo que hacer.

-¿es verdad?, trabajo es lo que más tendrás después de la entrevista de hoy, ¡has quedado como el soltero más codiciado del país!¡Eres trending topic!Pero recuerda "no te pierdas en tu propio juego"

Simón soltó una carcajada, su hermana estaba muy euforica para su gusto.

- por favor Laura, solo tu vez mi belleza, a demás no tengo tiempo para nada ni nadie

- si tu lo dices, ¡oye! no cambies el tema, de verdad has el esfuerzo por favor.

- bueno, trataré. Ya llegué a la oficina, te amo, hablamos luego.

- Te amo, que tengas lindo día.

- igual, hasta pronto.

El coche se detuvo con un ligero chirrido, Simón apagó el motor y el sonido ensordecedor del silencio urbano se apoderó del ambiente, solo interrumpido por el ligero murmullo de la ciudad que nunca duerme.

Al descender del vehículo, su expresión cambió radicalmente, con un semblante serio y sereno, lo que le venía muy bien a sus finas facciones. Tomó sus cigarrillos de la guantera y un mechón rebelde de cabello dorado se deslizó por su mejilla, lo acomodó sutilmente tras su oreja y comenzó a caminar con la mano izquierda en el bolsillo, en el ascensor marcó el piso seis, cuando bajó vio que nadie había llegado.

Con paso decidido, se encaminó hacia su despacho, aunque su atención quedó momentáneamente cautiva por la majestuosa sala de juntas. Este espacio no solo representaba poder y autoridad, sino que también guardaba los ecos de decisiones que habían definido el destino de la compañía en estos diez años que lo habián visto crecer junto a ella. Situada en el corazón del sexto piso, la sala dominaba el entorno con su presencia. Antes de sumergirse en ella, la oficina de Sandra, su fiel secretaria, se destacaba justo a la entrada de los ascensores.

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