Hardin Holloway
Apreté el nudo de la pajarita como si fuera la horca atada a mi cuello. Estaba disperso, inquieto. No conseguía dejar de mirar la maldita puerta. La fiesta estaba tranquila. La música sofisticada de jazz que sonaba de fondo solo funcionaba como una perdición. Mi mente volvía a Livy una y otra vez. Ella simplemente huía de mí. No podía siquiera pensar en ella. Ya no tenía el derecho. Aun así, no conseguía dejar de mirar aquella puerta. No podía dejar de preguntarme si ella finalmente saldría de casa.
Los invitados llegaban, sentándose cada uno en sus mesas. Heric trajo una bebida y yo la tomé, volcándola de un trago. Él me miró como si el acto fuera un error. Sabía que se arrepentía de haber traído alcohol. Yo era como un cuerpo en llamas y el whisky fue el combustible perfecto.
—No pareces bien.
Me froté el rostro. Mis ojos aún se pegaron a la puerta. Era una mierda que no conseguía dejar de pensar en ella, aun deseándolo tanto—. No estoy...
—¿Crees que Maila aparecerá