Livy
Juan tenía razón. Él todavía me miraba como si yo fuera un maldito criminal, y ahora, yo me sentía así. Estábamos a punto de enfrentarnos a una batalla legal, y yo no había dicho nada que pudiera salvar el amor de mi vida de un abismo.
– Hardin… – Livy se apoyó en mis hombros, llorando hasta sollozar.
Lo sé, yo era un miserable, pero eso no hacía que mi corazón doliera menos. La abracé sintiendo que se me desgarraba cada parte en el proceso. ¿Cómo podía dormir a su lado y guardar ese secreto? ¿Cómo pude acostarme con ella sin que simplemente lo supiera? Sin que lo permitiera... Estaba ebrio y no tenía noción de lo que había hecho, hasta que desperté en mitad de la noche y me di cuenta de que estaba en la habitación equivocada, pero eso aún no me eximía de culpa.
– Vamos a llamar a nuestros abogados ahora. No te preocupes por nada. Daren no lo conseguirá.
Livy sollozó un poco más bajito. – ¿Cómo tienes tanta certeza?
– Él no tiene ningún ingreso. Lo despediremos. Claramente, su ni