Iré a visitarlo, señor Holloway.
Livy Clark
Necesitaba recordar cómo caminar otra vez. Los pasillos de la empresa estaban perfectamente limpios, alineados. Fue la primera vez que encontré aquel lugar saludable. Me detuve frente a la puerta de una sala y leí “Livy Clarke Holloway” pegado a ella. Mi corazón se retorció. Ella debería tener Holloway en su nombre, y no había nada más adecuado, pero yo debería habérselo dado cuando estuvieran casados y felices.
Me senté en un sillón apoyado en la pared, sintiendo mi corazón rebosar de ansiedad. Mientras tanto, nadie vino hacia mí. Estaba allí, esperándola, como un día ella me esperó a mí. Podía entender la ansiedad y lo sorprendida que debió estar cuando la contraté.
El ambiente parecía extraño, aunque perfectamente en sintonía. Los empleados eran como robots, trabajando, cada uno en su mesa, sin conversaciones ni risas. ¿Qué estaba sucediendo?
La puerta se abrió enseguida. Una mujer rubia salió de la sala, prácticamente golpeando la puerta contra la pared al abrirla de go