—¿Por qué no los llevas a casa y los metes en sus camas? —. preguntó papá después de un minuto.
—No quiero dejarte, papá. Te acabas de despertar—, protesté negando con la cabeza.
—No me voy a ninguna parte, cariño. Tienes que llevarlos a sus camas. Vuelve más tarde, cuando estén despiertos, para que pueda ver a mis nietos más pequeños. Está bien, cariño, puedes irte—, me tranquilizó papá, empujándome suavemente para que me pusiera en pie.
—Vale, papá. Hasta luego. Te quiero—, dije, acomodando a Caín en mis brazos para poder inclinarme y abrazarlo.
—Adiós, cariño. Yo también te quiero—, respondió.
—Hablaré contigo más tarde Natanael. Pás